Los festejos de Panamá
Carlos
Villanes Cairo
A
estas alturas de la vida, después de haber asistido a tantos congresos,
conferencias, simposios, etc., dentro y fuera del país, uno va perdiendo el
interés al comprobar que son reuniones
que se repiten, con ligeras variantes y escenarios diferentes. De todo este
tinglado prefiero las ferias de libros; conoces autores y los agentes venden
tus obras. Cuando en 1988, recién salida mi primera novela editada en Madrid,
la editorial SM me invitó a la Feria de Fráncfort, primero no lo creí, después
me embriagué a lo peruano con la llorona incluida, luego viajé a Alemania y
finalmente vendimos seis traducciones de Destino:
La Plaza Roja, que ahora —por fin— va a ser editada en el Perú, por Acerva,
en Huancayo.
Hace
unos días, viajé a Panamá para ver y escribir sobre tres acontecimientos
vinculados con mi oficio: la celebración del “descubrimiento” para Europa del
Mar de Sur; la XXII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y, el VI Congreso
Internacional de Lengua Española. Todo junto en apenas nueve días.
La
ciudad de Panamá está deslumbrante. Los millonarios invierten frenéticos y
construyen edificios gigantes y los llenan de hoteles, multicines, galerías
temáticas, casas de juego y sucursales bancarias. Con 9.8 puntos tienen el PIB
más alto de América. No llegan a tres millones de habitantes y publican la “increíble
cantidad” de 806 libros al año. Perú edita seis mil y España pasa de los 70
mil. Impacta ver cómo la gente utiliza en su lenguaje diario el 20 por ciento
de palabras del inglés. Andan felices con el Canal Transoceánico que están
agrandando y tendrán el doble de beneficios, 100 bancos diferentes, zona de libre comercio con la fiscalidad
regalada y el Balboa, su moneda, en paridad con el dólar.
Con
todas las buenas intenciones de acercamiento y propuestas de mejor vida, la
XXII Cumbre resultó un fiasco, invitaron a 22 presidentes y solo fueron doce.
Un pajarito le dijo a Nicolás Maduro que no acudiera y Venezuela no asistió.
Tampoco Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Argentina, Perú, etc.
Los
actos del Quinto Centenario del descubrimiento del Océano Pacifico fueron más
bien protocolares, académicos, y englobaron a las otras dos grandes citas.
El
VI Congreso de la Lengua fue monotemático con el lema de «El español en el
libro: del Atlántico al Mar del Sur» y en las 200 sesiones repartidas en cuatro
grandes subtemas flotó la gran amenaza de que el libro empieza a morir bajo el
asedio del crecimiento del libro electrónico o “ebook”, especialmente en
España. Se llegó a la conclusión de que la gran batalla por la supervivencia
del libro de papel se dará en Latinoamérica contra Apple y Amazon, los gigantes
de la distribución “on line”. Se dictaminó la futura consigna: «Entender a los
jóvenes para enseñarles mejor», osea los autores de obras para niños y
adolescentes tendrán mucho trabajo.
Y
como nadie está libre de meter la pata, las dos primicias de la Real Academia
Española de Lengua también fallaron: el Diccionario
de Americanismos, consensuado por las 24 academias, recibió
cuestionamientos, no está completo y tiene algunas acepciones mal atribuidas a
su origen, y la anunciada edición del nuevo Diccionario
de la Lengua de la R.A.E., no pudo ser terminada y aparecerá en 2014.
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