Kim Novak en París
Fernando
Ampuero
Y en semejante
trance, el argentino descubrió otra maravillosa dimensión de Kim Novak: el
escote de su vestido donde asomaban unos senos voluptuosos, el cosquilleo de su
leve y embriagador perfume. Entonces, se hundió en sus ojos, que resplandecían
en la penumbra como dos aguamarinas, aproximando su rostro al suyo, buscando su
boca. Y la beso. Su boca era grande y húmeda y en ella se perdía la noción del
tiempo y del espacio…
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