domingo, 6 de octubre de 2013

Escapar con el circo

Luis Puente de la Vega Rojas

Foto: Jorge Jaime Valdez
Escapar con el circo ha sido una de las fantasías más asiduas del hombre, desde que Philip Astley inauguró la primera carpa moderna —como hoy la conocemos— en Londres, el 9 de enero de 1768. Desde entonces, este mundo de malabaristas, prestidigitadores, contorsionistas y payasos ha servido de inspiración en la literatura, el cine, la música, el teatro y la poesía. Sin embargo, en nuestro medio, se cree falsamente que este espectáculo pertenece a las fiestas patrias, pero no, no es así.
Un circo, relativamente nuevo, y de los mejores que hay en nuestro país, nos visita: el Circo de la Alegría, y nos recibió hace muy poco con tanta cortesía que nos fue imposible no abusar de ella: vivimos más de tres presentaciones completas, nos paseamos por sus interiores, conocimos a sus artistas, los abordamos en sus vestuarios y pudimos percibir toda la energía que hay antes y después de cada función.
Nuestros anfitriones fueron Hugo Muñoz, el payaso Pitillo, y su esposa Carmen, quienes confesaron preparar este espectáculo desde enero, con el desarrollo del concepto y la contratación de los artistas y técnicos. Luego, después de innumerables ensayos, un gigantesco despliegue logístico, y la exitosa temporada en Lima, decidieron venir a Huancayo con su show completo, sin excepciones, y con la misma carpa nueva con la que se presentaron por allá: «Mucha gente dice 'pero más fácil te hubieras ido a otro lado', pero no, yo quería venir aquí, quería darle lo mejor al público de Huancayo», afirma Pitillo, con el sudor en el rostro después de uno de sus ingresos al escenario.
Muchos creen que la vida del artista es totalmente distinta después de su performance, pero con el circo están equivocados. Muchos vienen de «familias importantes», como Diana, una fantástica contorsionista de la tercera generación de los López, un linaje circense muy conocido en nuestro país, o la mexicana Bélgica Bells que, además de presentar un adictivo show con hula hopos, representa a otro de los apellidos más fuertes del medio. Pero también tenemos a otras personalidades que hacen del arte circense un apostolado, constante día y noche, como Davyd Franco, un trapecista que ha sido premiado internacionalmente y que durante diez minutos mantiene a la audiencia en vilo, resistiendo con las manos el corazón a punto de reventar en el pecho; o el carismático Alberto Mando, que a pesar de sus 75 años, no duda en treparse en monociclos y bicicletas que lo llevan por encima de los tres metros o que no sobrepasan ni los veinte centímetros.
Además, encontramos otros artistas que nos embelesan de principio a fin, que toman los sentimientos del público para hipnotizarnos y hacernos pasar súbitamente de la alegría al vértigo o del suspenso al júbilo, porque nada está hecho al azahar, todo tiene un propósito: divertir al público. Hallamos así a Esteban, el argentino que nos deleita con un divertido tango, el ágil Diego López y sus malabares, o las divertidas apariciones del ringmaster Elías Ajit, junto a César Muñoz, “Pitillín” y, por supuesto, las hermosas Laura, Malena, Sury, Pamela y Andrea, el magnético y elegante elenco de baile.
Hace una semana dijimos que «Pitillo no sólo es un gran payaso, es un apasionado por el arte», pero creo que nos quedamos cortos. Es mucho más, es un hombre amable y sencillo, conocido por su gentileza e ingenio, que hace un trabajo impecable liderando el espectáculo y que entrega lo mejor de sí a todos los que van a verlo: «Ser payaso no es nada fácil (…) tiene mucho que ver con el aprecio al público, porque el hecho de hacer reír tiene que ver con el afecto. La gente no se ríe de alguien por ser gracioso realmente, la gente se ríe cuando provocas empatía y cariño».

Tenemos hasta el 13 de octubre para deleitarnos con el Circo de la Alegría, así que vayan y disfrútenlo. Por nuestra parte, nos quedamos con esa deliciosa sensación de saber que algo, escondido desde la infancia, ha revivido: escapémonos con el circo. 

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