domingo, 6 de octubre de 2013

COLUMNA: AVISO PARA NAVEGANTES

El exilio y la literatura

Carlos Villanes

Desde hoy y cada quince días, uno de los mayores intelectuales y autores peruanos afincados en España, Carlos Villanes Cairo será el nuevo columnista de Solo 4 con 'Aviso para navegantes'. Esta es su primera entrega que estamos seguros usted disfrutará. ¡Bienvenido!

Flaco, pecoso, colorado. Le descubrí en el barrio de Argüelles, en Madrid. Estaba en una esquina de la calle Princesa. Miraba arrobado la Casa de las Flores donde Pablo Neruda vivió años. Le saludé por su nombre. Sonrió y me asintió con la cabeza. El año anterior, en 1983, había recibido el Príncipe de Asturias de la Literatura, ahora volvía por «motivos particulares». Después supe que era por su enfermedad. Le pregunté si podía entrevistarlo. Negó con la cabeza. «Conversemos algo», me dijo «y de eso si quieres hacer una nota, no te la voy a negar».
Era la segunda vez que veía en persona a Juan Rulfo. Se iba a la librería del Fondo de Cultura Económica, que ahora lleva su nombre, y accedió «tomarse un café». Quise llevarlo al Van Gogh de Moncloa, a dos cuadras, lleno siempre de estudiantes. «No», dijo, «mejor algo más discreto». Hablamos media hora. Diario 16 (España) me publicó la glosa resaltando algo que se me grabó: «Si alguien me hubiera echado de México al exilio, posiblemente habría escrito varias novelas».
Años antes, Vargas Vicuña me confió algo parecido: «Si tuviera que vivir fuera del Perú, tendría que ganarme la vida escribiendo y saldrían más cuentos y novelas. Pero nadie me bota y estoy secretamente muy enamorado». Eleodoro, casado, con hijos, medio Lima sabía que su musa era una lírica, casi anciana, Catita Recavarren, a quien él consideraba la mayor poeta del mundo.
Aparte del desarraigo, los recuerdos, la nostalgia y siempre la idea del retorno, ¿qué secreta empatía nace entre el exilio in/voluntario entre la literatura, especialmente la narrativa, y el hombre migrante? Tal vez todo se junta con el deseo supremo: escribir, publicar y triunfar. Demostrar que se nació para escritor.
Desde el Inca Garcilaso de la Vega hasta Mario Vargas Llosa, la gran mayoría de las obras trascendentes de la literatura peruana se han escrito fuera de nuestro país. Y la lista es evidente: César Vallejo, en París sus dos últimos poemarios y en Madrid El Tungsteno y Paco Yunque; Ciro Alegría, sus tres novelas cumbres en Santiago de Chile y las 250 páginas de Lázaro, su novela inconclusa, en San Juan y La Habana; José María Arguedas, sus últimas tres novelas fueron empezadas, continuadas o concluidas en Santiago de Chile; los cuentos y novelas de Julio Ramón Ribeyro, un puñado en Madrid, pero la mayoría en París; Manuel Scorza, sus poemarios en México y sus novelas en París; Alfredo Bryce, entre París y Madrid; Edgardo Rivera, sus primeros libros en París; Laura Riesgo, sus dos novelas en Estados Unidos;  Vargas Llosa en Paris, Londres y Barcelona. De los nuevos: Roncagliolo, Benavides, Iwasaki, en España; de Alarcón, y las cuatro novelas recientes de González Viaña en Salem, EE.UU.
Aún entre los autores de Junín, los hermanos Bolaños en México y los Parra del Riego en Montevideo, e Isabel Córdova Rosas en Madrid. Se añora Perú, pero la literatura no tiene fronteras.

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