martes, 15 de octubre de 2013

Alice Munro

Dante Trujillo

Alice Munro acaba de ganar el Premio Nobel de Literatura 2013. Este reconocimiento le fue otorgado, sobre todo, por ser la "maestra del relato breve contemporáneo", según la academia sueca. Es la primera autora canadiense y la decimotercera mujer en conseguir este invaluable premio. A continuación, una breve reseña Buensalvaje sobre la obra de esta enigmática escritora.

Alice Ann Munro (Wingham, Ontario, 10 de julio de 1931).
Creo que hay que estar preparado para leer a Alice Munro. O que es mejor estarlo que no. Estar anímicamente bien parado, sereno, porque lo que le espera al lector no será fácil. Asimismo, junto con la entereza, deberá gozar de una piel sensible, que le permita mantenerse en alerta constante. También es recomendable disponer de tiempo suficiente para emprender esta colección de historias que lo van a detener, que alterarán su ritmo habitual, que lo harán volver sobre lo ya leído, porque leerla es sorprenderse con una sensibilidad exquisita y sobrecogedora. Lo de esta autora es más el árbol que el bosque.
Si existe la literatura 'light', la de Munro no es pesada (menos 'heavy'), pero es exactamente lo opuesto. Para quienes no la conozcan aún, Alice Munro (Ontario, 1931) es considerada una maestra absoluta del relato contemporáneo. Ha escrito diez libros de cuentos, creo que solo una novela, y ha merecido una larga lista de premios por su labor, siendo de hecho el más valioso el reciente Premio Nobel de Literatura 2013.
En el mundo anglosajón, pero sobre todo en Canadá, Munro es una heroína. Lo mejor del caso es que se trata de una adalid intelectual sin pretensiones intelectuales, sencilla, que conecta con los sentimientos y realidades de miles de personas, especialmente de los inmigrantes —que sobrellevan el hecho de serlo aun cuando vivan desde hace varias generaciones en su nuevo hogar—, los que menos tienen y las mujeres.

Literariamente hablando, es hija de Chejov y McCullers, prima de Carver y Cheever, tía de Richard Ford y de Wells Tower. O sea, lo suyo es menos por más. Cotidianeidad aparentemente inofensiva, anticlimax sostenido, la vida “gris y sin emociones” de la mayoría, mientras por debajo pasa un río tan subterráneo como caudaloso.

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