lunes, 16 de septiembre de 2013

Hearst Tower, un caso emblemático

Máximo Orellana Tapia

Edificio Hearst Tower (8va. avenida y la calle 57 de Nueva York).
En el siglo pasado, en los Estados Unidos se impuso el derribo y la renovación de su patrimonio arquitectónico que, a partir de los años cuarenta, originó las primeras protestas por la desaparición de valiosos monumentos. Por ello, la locución "urban renewal" (renovación urbana) —en los tratados y discusión actual sobre estos asuntos— ha quedado como sinónimo de “destrucción", es así que en el mismo corazón del Manhattan neoyorquino ahora se tiene un considerable respeto por los bienes monumentales.
En la actualidad, los foros más importantes sobre arquitectura y urbanismo, así como la obra arquitectónica más lograda, es inclusiva respecto a la obra existente de valor histórico, por eso podemos ver el caso del edificio Hearst Tower (ubicado en la 8va. avenida y la calle 57 de Nueva York) que ilustra lo expresado.
Tal como se puede apreciar en las fotografías, la torre densa, de 46 pisos y 182 metros de altura, ha conservado el anterior bloque de seis plantas catalogado como monumento por la Comisión de Preservación de Íconos de Nueva York.
Este edificio antiguo cuyas fachadas de caliza prefabricada en forma de “L” con columnas, balaustradas, esculturas y ventanas relativamente pequeñas, fue conservado y restaurado incorporando la torre nueva que establece un vínculo y “diálogo” a través de una “falda transparente y diáfana que inunda los espacios inferiores con luz natural, dando la impresión de una torre de cristal que flota ingrávidamente respetando esta condición y, muy por el contrario, obtiene partido de esta condición, al punto que el acceso principal se produce de manera singular por la construcción anterior, además de lograr ser el primer rascacielos verde de la ciudad que inserta en el desarrollo y detalles del proyecto un sinnúmero de consideraciones medioambientales.
Este edificio, concluido el año 2006, ha sido proyectado por el arquitecto británico Norman Foster y constituye una lección viva y emblemática de actuación culta y ponderada frente a un bien monumental, logrando su cometido de aprovechar el suelo urbano en la mayor densidad permisible. Esto conlleva a pensar, fundamentalmente, en la reutilización de la arquitectura preexistente, en el aprovechamiento creativo de su infraestructura, adecuándola a las nuevas necesidades. Querer es poder. 

En el entendimiento que “Patrimonio” viene a ser el conjunto de “bienes heredados de nuestros padres”, adquiridos por esfuerzo individual o a razón de la patria, las edificaciones tanto públicas como particulares, grandiosas o sencillas, construidas a lo largo de nuestro proceso histórico, devienen en conformar ello y en mutua interdependencia van a denotar la "personalidad" de una ciudad. Esta es la razón por la que cualquier población tiene un patrimonio que resguardar, y en el caso de Huancayo o cualquier otra ciudad en el Perú, con mayor razón, porque sus bienes monumentales son escasos y pueden ser contados sólo con los dedos de las manos, antes de caer en el libertinaje del todopoderoso dinero o argumentos en “defensa de la vida” como pretexto barato de destrucción.

Para esto se requiere sin duda de la implementación de una política cultural consistente, con objetivos y recursos adecuados, pero lo más importante, con personas sensatas que actúen con conocimiento y sentido común, líderes no sólo políticos, sino también culturales, que no sucumban a intereses subterráneos y que lejos de esgrimir bravuconadas y pedantería, reflexionen con humildad y sensibilidad frente a una de las artes mayores como es la arquitectura, aunque esto suene a “pedir peros al olmo”.

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