lunes, 22 de julio de 2013

La sinfonía de espacios


Máximo Orellana Tapia

Biblioteca Pública Virgilio Barco.
Ver las obras del arquitecto colombiano Rogelio Salmona es un verdadero deleite, su emplazamiento en el lugar”, comenzando por la forma cómo ha definido los accesos en sus edificios —como en la biblioteca “Virgilio Barco” ubicada en la sabana de Bogotá— significan una especie de rito donde la presencia del agua y la sucesión de escalinatas y puentes son como el preludio que antecede al corpus mayor de la obra. Ya en el interior se percibe todo un despliegue de fluidez en la circulación, resuelto con la ineludible y fuerte presencia del uso de rampas de grata influencia lecorbusiana, y la combinación de éstas con escaleras que permite recorrer el edificio con total comodidad.
«La música y la arquitectura. Uno compone como se compone la música», decía el maestro en una entrevista del 2006, y es que en sus obras, la visibilidad e integración de un espacio con otro, la transición de los recorridos, son una sinfonía en la que cada uno es una nota musical diferente y que, en conjunto, forman el concierto. Es eso lo que percibimos en la reciente visita de estudios realizada a algunas de las obras de este genial arquitecto en la ciudad de Bogotá y Medellín.
Su elucubración arquitectónica no queda allí, existe mucho más por ver, pues Rogelio Salmona no quiso que sus edificios terminaran en la espacialidad interior, su aguda sensibilidad nos revela y demuestra que las mejores perspectivas del entorno se ven desde las cubiertas o azoteas que él supo trabajar, generando recorridos accesibles, ambientados con pérgolas, asientos, vegetación, senderos, etc., lo cual hace que su arquitectura sea disfrutada por todos lados, un aspecto recurrente en algunas obras análogas como la Casa Milá o De la Pedrera. 
Rogelio Salmona (París, 1927 - Bogotá, 2007).
Otro aspecto importante a la escala urbana es la capacidad del autor por contribuir con el espacio público, patente en el Centro Cultural Gabriel García Márquez donde la obra contemporánea se inserta magistralmente en el conjunto de la ciudad, con un lenguaje propio y por contraste, sin ninguna referencia formal a lo existente, pero con un claro propósito de no generar “disonancias” sino de revitalizar y dignificar su entorno inmediato.
El Centro Cultural de Moravia, única obra de Salmona construida en Medellín, fue proyectada para un sector degradado; este conjunto arquitectónico también habla de las cualidades de su diseñador, en este caso vinculado además con el tema social por cuanto ha logrado reforzar la vida comunitaria generando actividades artísticas y creativas. Su trabajo es de gran transparencia, pues conecta dos lugares públicos de distinto carácter: la plaza de recibo, hacia la quebrada, y el teatro, donde se hacen las presentaciones artísticas. Está organizado en torno a un patio central que se liga sutilmente con todos los espacios a su alrededor como con el paisaje urbano.
Los materiales predominantes que utilizó son el ladrillo, el concreto expuesto y la madera, tanto en muros, cubiertas y pisos, obteniendo una sinfonía de espacios que lleva a un estado de serenidad y alegría.
Rogelio Salmona, luego de haber ganado numerosos premios y distinciones, fue voceado como candidato al Premio Pritzker de la arquitectura. Conocer su obra da lugar a reconocer que, por la calidad de sus proyectos, hubiera sido el más justo homenaje a su trabajo que hoy habla por sí solo, y es un aporte significativo a la ética y compromiso en el ejercicio de la arquitectura, así como a la urbanística de la ciudad de Bogotá de manera singular. 

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