lunes, 22 de julio de 2013

Hombre de la esquina vedada

Fernando Ampuero

Estaba en el Palacio de las Convenciones de La Habana, con cara de aburrimiento al lado de Fidel Castro, oyendo hora tras hora a incontables oradores, hasta que un periodista peruano, el autor de este texto, pudo atraer su atención y lograr lo que ningún otro ha podido hasta hoy: entrevistar a Gabriel García Márquez, ya como un Nobel consagrado y poco antes de que publique El amor en los tiempos del cólera.


¿Qué noticias me trae del Olimpo?
¿Del Olimpo? Hmm… Usted comienza bien. Pero no le he entendido.

¿Acaso no reconoce su gloria literaria? ¿Qué le pasa a un escritor en su situación? ¿Qué cambia en el nivel de sus ilusiones?
No ocurre mucho en ese sentido. Usted, creo, me habla de mi imagen, o de la imagen que tengo de mí mismo como escritor. Y cuando yo enfrento una nueva obra no estoy pensando en eso. Pienso, en cambio, en mi proyecto literario, un proyecto que tengo que poder cumplir antes de mi muerte…

¿Cómo defiende su tiempo?
Con un estupendo sistema, que requiere paciencia y simpatía: con Mercedes. Estoy casado con una mujer que hace el inmenso sacrificio de pasarse el día contestando el teléfono y manejándolo todo…

¿Es la novela de amor que se comenta en las gacetillas?
Sí, la novela de amor. Se llamará El amor en los tiempos del cólera. Yo esperaba que fuera una novela de cuatrocientas páginas, pero salieron quinientas cuarenta; así que me puse a leerla, intentando quitarle por lo menos cuarenta y ya va en seiscientas.

¿Tiene esta novela, como las otras, un fondo autobiográfico?
El factor autobiográfico, en todo novelista, es insoslayable. Uno siempre está contando su vida, las cosas que le pasan…

¿Se conoce más a sí mismo después de cada novela?
Estoy seguro que sí.

Usted ha confesado tener supersticiones, pero nunca le he oído decir si las tiene respecto a su trabajo literario.
¡Cómo no! Cuando yo escribo es cuando más me guío por los presagios. Mi principal superstición, en ese terreno, es que yo jamás hablo de una novela que estoy escribiendo, a  menos que esté completamente seguro de que la tengo. Estoy convencido de que si lo hago, la novela se “pavea”… 


¿Y de dónde sacó eso de que hacer el amor con las medias puestas trae mala suerte?
Viene de la “pava”. Porque hacer el amor con las medias puestas es de mal gusto, es feo, y eso trae mala suerte. Pero ya que estamos en ese punto le digo otra cosa también importante: nunca se debe fumar desnudo y caminando. Todo el mundo lo sabe, o todos los que fuman saben, que fumar después de hacer el amor, echado en la cama, es muy bueno, pero fumar desnudo y caminando es terrible.

Cuando escribe, ¿corrige mucho?
Muchísimo. Mire, yo tengo un dato estadístico que ilustra mi firma de corregir. Para escribir uno de mis cuentos, un cuento de doce páginas, necesité quinientas cuartillas. Es un buen promedio, ¿no cree? Y es que el problema está en que donde sea que yo cometa un error, rompo el papel y empiezo otra vez.

William Faulkner, cuando se disponía a escribir, necesitaba tener, al lado del papel y la máquina, una botella de whisky.
Pues yo necesito todo lo contrario. Mi problema es que yo preciso un régimen de boxeador para escribir, me preparo como un deportista. En las temporadas de escritura intensa, no trasnocho, no como nada que pueda hacerme daño, hago bicicleta todas las mañanas y llevo una vida completamente sana.

¿Qué es lo que usted nunca haría como escritor?
Lo peor, para un escritor, es dejar de escribir. Eso no lo haría.

MÁS DATOS: Este es sólo un fragmento cedido para esta edición por Fernando Ampuero. La entrevista completa la podrá hallar, junto a otros textos igual de excepcionales en “Gato encerrado” (Punto de lectura, 2009).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario aquí.