domingo, 27 de enero de 2013

Una cuadrilla de “urupatas”


Gerardo Garcíarosales

Foto: Ricardo Rodríguez Zegarra
Todo empezó el último día de fin de año, cuando los niños de la escuelita situada en «un lugar de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme», decidieron participar en la gran fiesta de los santos: San Pilsen y San Cristal.
Estos “urupatitas” eran los estudiantes más sobresalientes de dicho plantel, pues habían aprobado el año con las más altas notas, sin pagos ni sobornos; además, tenían todo el derecho en participar de sus fiestas patronales, tal como hacen los niños en Estocolmo, la Patagonía, Chinchán, Beirut, Conopa o Madagascar.
Y por fin llegó la famosa fiesta. Día significativo para el recuerdo, pues nunca se había visto a tantos “urupatas” vistiendo sus mejores indumentarias, como lo habían hecho sus abuelos. Cada uno llevaba un “regalo sorpresa”.
Entre los integrantes de la cuadrilla habían nietos, bisnietos, tataranietos, de los más notables “chutos” que han existido en estas tierras de “cullucaras”; además, tenían el apoyo y protección de esa población que echó al tacho de basura la prepotencia de “Vladimir I, Rey de Tercovia”, quien pretende llevar nuestras sabrosas papas al Brasil, por vía aérea, país que nunca ha incluido en su dieta, precisamente, este tubérculo.
Al son de la cadenciosa orquesta “Fuerza Rajatabla 2012”, la cuadrilla de “Urupatas” salió de su escuela danzando «con ese garbo y elegancia que solo es propio de los jaujinos». Avanzó elegantemente rumbo a la plaza de armas, y fue tanta la sorpresa que originó la presencia de esta cuadrilla de niños, que el alcalde de la provincia, don Sabor Mayino, suspendió la sesión de su junta de mudos, y los esperó emocionado con sus cohechados, advenedizos, come echados o come arrodillados, que es lo mismo cuando se trata de subirse a la carcocha temporal de la política.
El alcalde los vio acercarse y pensó: «Es la oportunidad para demostrar mi cultura y sabiduría», y ordenó que abriesen las puertas del municipio de par en par, e invitó a los “urupatitas” a pasar al salón consistorial.
Cuando acabó el incomprensible discurso de don Sabor Mayino, y el agasajo respectivo, los pequeñuelos fueron dejando sobre la mesa de sesiones, los regalos preparados para tan “correcto y desprendido” personaje.
Una vez que los niños se alejaron rumbo a la fiesta, Sabor Mayino y sus galifardos, empezaron a abrir los regalos.
¡Oh sorpresa! Cada regalo era una bacinica usada por estos niños en su escuelita, pero ¡a medio limpiar!, como protesta por el millón y medio de soles —destinados a la construcción de los baños de su plantel— que Sabor Mayino y su junta de “uruputos” habían donado a Vladimir I, “Rey de Tercovia”, para su Huanca York, lo cual demuestra la oscura complicidad de este gobernante y Sabor Mayino.
Mas, cuando los “urupatitas” llegaron a la plaza de Yauyos, empezó un diluvio universal de aplausos, discursos, cuetes, chocolates, butifarras y gaseosas, pues estos niños, sin temor a nada, se enfrentaron a los politicastros con sus «bacinicas a medio limpiar», porque la proletaria escuelita adolecía de “Pichi Room” propio.

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