domingo, 25 de noviembre de 2012

Solo 4, “445”, del 24 de NOVIEMBRE de 2012, año IX


LA CITA:

«Si la memoria existiera fuera de la carne, no sería memoria, porque no sabría de qué se acuerda, y así cuando ella dejó de ser, la mitad de la memoria dejó de ser, y si yo dejara de ser, todo el recuerdo dejaría de ser.»

William Faulkner

LO ÚLTIMO: Desde Bach a The Beatles en Huancayo


Musnat, Escuela de Música Natural, en un extraordinario esfuerzo por llenar de melodías nuestra ciudad, presenta hoy y mañana (24 y 25 de noviembre) el concierto “Desde J.S. Bach a Beatles”, en el cual podremos disfrutar de música clásica y contemporánea, desde las 7:00 pm (6:30 pm mañana), en el Auditorio de la Municipalidad de Huancayo.
Axel Arteaga, concertista de piano del Conservatorio Nacional de Música, interpretará piezas de Chopin, Mendelssohn, Rachmaninoff y Bach. Y el director musical, Paul Arteaga, encandilará a la audiencia con temas de Elvis Presley, y por supuesto, The Beatles. No deje de asistir a este concierto de lujo.

El placer de dormir

Eduardo Gonzalez Viaña



Recuerdo haber leído alguna vez un artículo científico en el que se afirmaba que los chinos no son chinos; lo que pasa es que se levantan tarde. Lo traigo a colación para explicar los ojos que pongo en una foto reciente en la cual estoy escuchando a un distinguido conferencista.
Debo añadir que caer dormido en medio de una sesuda charla, no significa que aquella no me pareciera interesante. Eso quiere decir, únicamente, que ya había agotado todos los procedimientos que uso para evitar la modorra.
Estaba fingiendo tomar notas hasta que el lapicero se me cayó de la mano. Me había pellizcado ambos brazos hasta que el sopor actuó como anestesia. Por último, durante minutos que fueron horas larguísimas, traté de hacer movimientos con la cabeza, como los de alguien que aprueba lo que dice el conferencista, cuando la verdad era que agitaba la cabeza para que se me fuera el sueño, hasta que mi barbilla toco el tórax y ya no pude levantarla.
Lo malo del asunto es que yo no era un espectador invisible, sino que acompañaba en la mesa de honor al interminable charlista, e incluso, minutos antes, se me había ocurrido presentarlo ante el público como ameno y entretenido. Además, la televisión me enfocaba cada vez que me posaba sobre el hombro derecho del grave hombre de letras.
Entonces, comencé a hacer fuerza mental para que el camarógrafo no me enfocara, pero el lente no cambiaba de posición, lo que me trajo el malvado pensamiento de que también ese hombre se había quedado dormido.
Ya los párpados no me permitían observar la cámara ni fingir un gesto adusto. Entonces, tuve que resignarme a la conjetura piadosa de que, tal vez, los televidentes lanzaban también breves ronquidos frente a sus receptores.
Los intelectuales “serios” confiesan, por lo general, que son malos oradores, y leen sentados sus sesudos textos. Éste, el que hablaba, era realmente serio y había cumplido al pie de la letra ese ritual. Incluso, me había lanzado una disimulada reprobación por el hecho de que yo hablara de pie, sin papel y dando vueltas por el auditorio, cuando me tocó hacer la introducción.
Ahora, sentado junto a él, apenas tuve fuerza para levantar los ojos por encima de su texto y comprobar con terror que había llegado a la página 20, y todavía le faltaban 37 cuartillas.
En honor a la verdad, y para dar satisfacciones a mi postmoderno amigo, debo confesar que este problema me ha ocurrido muchísimas veces, y que casi nunca ha tenido relación con la amenidad del espectáculo. El sueño ha venido a buscarme no solo en charlas eruditas, sino inclusive en funciones cinematográficas como “Psicosis” de Alfred Hitchcock, que vi varias veces y nunca llegué al momento en que se descubre que Anthony Perkins es el asesino.
Algo más triste me ha ocurrido en “Salomé”: siempre me he quedado dormido antes de que la bailarina llegara a quitarse el séptimo velo.
En el Senado de la universidad donde trabajo, he tenido que ir numerosas veces al baño para lavarme la cara, pero ni así siquiera he podido evitar la lenta caída de los párpados, el desplome de la nuca y el inicio de un bostezo delator cuando la primera autoridad lee las estadísticas raciales del claustro. Por fin, en un concierto de rock al que acudí en Berkeley, uno de mis ronquidos compitió en intensidad con los alaridos de un cantante desaforado.
Me acompañan en este mal, ilustres personajes. Hace algunos años, Manuel Alvar, por entonces presidente de la Real Academia Española, dio un ronquido aterrador —por sus consecuencias— durante una charla de Ernesto Sábato. He sido testigo personal, además, de cómo la esposa de Julián Marías roncaba abiertamente durante una clase del notable filósofo, quien fuera mi maestro en Madrid.
Hace pocos años, los diarios mostraron la foto de Felipe de Edimburgo con la cabeza caída sobre el plato, mientras su cónyuge, la reina Isabel de Inglaterra, leía su discurso en una cena a la que habían sido invitados por el presidente de Corea del Sur.
Más todavía, Clodomiro Almeyda, Canciller de Chile durante la época del presidente Allende, visitó al rey belga, y ambos se encerraron en uno de los regios salones durante varias horas. Sus respectivos sequitos estaban asombrados de la duración de lo que ellos habían supuesto que iba a ser una simple visita de cortesía.
Lo que ocurría es que los dos personajes pertenecían al mismo club de dormilones, y no bien se encontraron solos, cuando los ojos del monarca comenzaron a mostrar cierto sopor, el chileno le guiño el ojo y le planteó: «¿Qué le parece si echamos una pichanguita?».
Confieso que no soy tan valiente ni tan desinhibido y que, en el caso que estoy relatando, luego de haber intentado en vano que mis ojos simularan una mirada filosófica, debo haber caído en sueño devorador y delicioso. Sólo me despertó uno de mis propios ronquidos, y luego el aplauso del público que agradecía al orador por el hecho de haber terminado su discurso. Pero, ahora, que finalizo este artículo se me ocurre una idea, como dijo el canciller chileno: «¿Qué les parece si nos echamos una pichanguita, po?».

PLAN LECTOR: TRADICIONES ORALES ANDINAS N° 2


El pacto con el diablo

Isabel Córdova rosas

En las alturas de nuestro valle, había un pueblo muy pobre. Y para colmo, ese año, las heladas y la falta de lluvia habían terminado con la siembra. El jefe de la comunidad estaba muy preocupado.
—Los jóvenes y los adultos se irán a la ciudad a trabajar. Los que no podrán resistir el hambre serán los niños —le comentó a su esposa.
—Hasta el cielo nos ha quitado la lluvia —le contestó Josefa, con mucha tristeza.
—Soy capaz de hacer un pacto con el mismo diablo para salvar a nuestro pueblo. Uno de los comuneros me ha contado, que en la falda del gran cerro,  un hombre muy elegante le ha ofrecido mucho dinero. Pero él no le ha aceptado, porque a cambio, le pedía su alma.
—Es el diablo. Ten cuidado —le dijo su esposa, con miedo.
—Ya lo sé. Veré que trato hago con él.
—Domingo, tengo miedo por ti —le dijo llorando la mujer.
—No te preocupes. El diablo se queda chiquito frente a los políticos que nos prometen de todo. Nos dan dinero y nos regalan camisetas con sus nombres y después, se olvidan que existimos. Pero nosotros no somos tontos, nunca les hemos votado, porque preferimos a gente que nos apoye —le respondió.
Domingo salió muy entrada la noche. Tenía que estar en ese lugar a la una de la mañana, como le había dicho el comunero.
La luna llena y los millones de estrellas, le favorecieron en su escarpado camino hacia el cerro.
Domingo llegó puntual y en ese momento apareció un hombre delgado, vestido de negro y ojos rojizos y brillantes.
—Buenas noches señor diablo —le saludó.
—Nada de señor. Don diablo, a secas —le contestó con voz cavernosa, como salida de ultratumba, y fue directo al grano—. Estás aquí  porque quieres ser el hombre más rico de tu pueblo, ¿no es así?
—Sí, don diablo.
—¿Lo quieres sólo para ti?
—Sí, quiero todo el dinero, sólo para mí.
—Así me gusta. ¿Sabes que tienes que firmar un contrato?
—Sí, don diablo —respondió Domingo.
—Te convertirás en un hombre poderoso. Te doy diez años de riquezas. Cumplido el plazo, vendrás a esta misma hora a entregarme tu alma. Serás bien recibido en mi candente palacio —y desapareció.
Cuando llegó a su casa, encontró dos baúles grandes, repletos de billetes y  monedas de oro.
Al día siguiente, convocó a su comunidad y les contó lo ocurrido. Los comuneros sintieron pena y agradecimiento por el sacrificio que había hecho su jefe. Todos prometieron guardar el secreto.
Domingo y los comuneros fueron a la ciudad. Compraron semillas, abono, instrumentos de labranza, víveres, ropa y medicinas para todo el pueblo. Entre todos construyeron la escuela, la posta médica y arreglaron sus casas. Los niños ya no pasarían hambre.
Pasaron los diez años y llegó la fecha indicada. Domingo se fue con la misma ropa de siempre. Cargó en su burro los dos baúles. Sólo había gastado la mitad del dinero de uno de ellos. Su esposa, sus hijos y los comuneros, se despidieron llorando.
—No se preocupen —les dijo—, volveré para el desayuno.
El diablo le esperaba frotándose las manos.
—Llegas a tiempo. Nos vamos, le dijo el diablo.
—Usted se va solo, don diablo. El trato era que si yo me hacía rico, le entregaba mi alma.
Entonces, le dio la relación de los gastos que había hecho, explicándole que para él no había usado ni un sol.
El diablo, de pura rabia, explosionó junto con los dos baúles de dinero, dejando un fuerte olor a azufre. Domingo llegó a su pueblo para tomar el desayuno.

BREVIARIO: «La producción escolar es el primer paso para una vida plena»

Alumnos “San Pio X” en sus labores.

En el plan curricular del 2012, el colegio “San Pio X”, propuso que sus alumnos lograran producir distintas formas narrativas en el año escolar. Así lo hicieron. Durante esta semana, Vilma Rojas Orihuela, Directora Académica del colegio, y el Padre Claudio Chouinard, Director General, nos presentaron estás fabulosas obras, que abordan con sutileza y familiaridad los distintos aspectos de la vida del hombre y su entorno, calcados con fluidez en cuentos, crónicas, y anécdotas.
La directora afirmó: «La producción escolar es el primer paso para una vida plena, en los ámbitos personales y profesionales. Si nuestros niños y jóvenes entienden, con la experiencia, que pueden producir algo bueno, lo seguirán haciendo a lo largo de sus vidas, y terminaran cobrando los frutos de su esfuerzo con creces».
Los responsables de este logro son profesores del propio colegio, quienes motivaron a los estudiantes a plasmar su imaginación sobre el papel, algo digno de rescatar, y que muy pocos centros educativos en nuestro país estimulan con tanta responsabilidad y constancia, al grado de publicarlas institucionalmente, reconociendo dándoles a sus nóveles autores más impulso para seguir en la creación literaria. Nuestras felicitaciones a este gran esfuerzo, y a todos los maestros que desempeñan esta misma labor en todos los planteles de nuestras regiones.

POESÍA: Té para tres


En nuestra mesa de hogar
donde unimos fervores,
lenitivos y asombros;
seis manos de nieve
escriben un concierto
inesperado.

“Té para tres”,
dice la ternura.

Gerardo Garcíarosales

Huancayo Incontrastable, noviembre 14, 2012.

COLUMNA: UN MUNDO PERFECTO


Operación Skyfall: cuando los héroes envejecen

Jorge Jaime Valdez



El agente secreto Bond, James Bond, es un personaje que forma parte de la mitología cinematográfica. Lleva cincuenta años, desde 1962, acumulando espectadores y fanáticos a lo largo del mundo. Fueron seis actores quienes dieron vida al agente inglés, el primero fue Sean Connery y el último es Daniel Craig. Entre ellos también estuvieron George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton y Pierce Brosnan.
La reciente entrega de esta larga saga es “Operación Skyfall”, y es la tercera participación de Daniel Craig como protagonista. Después de mucho tiempo, volvemos a ver una cinta convincente, que tiene la fuerza y la emoción de las grandes películas.
Después de un inicio convencional, la poderosa voz de Adele abre la historia con una animación magnética. Hacia la mitad del filme, aparece el villano encarnado por, el ganador del Oscar, Javier Bardem, en una actuación exagerada como el antagonista de Bond, pero que sabe darle el color y la ambigüedad necesaria que todo buen villano debe tener. Es amanerado, pero también sádico, rencoroso y pasional, débil mas también inteligente.
Logra que olvidemos por momentos, o al menos, que no lo confundamos con su notable interpretación de otro asesino, más sanguinario e inquietante: Anton Chigurh, que caracterizó en la formidable cinta de los hermanos Coen, “Sin lugar para los débiles” —o “No Country for Old Men” en su título original—, que lo consolidó como un gran actor y le dio su primera estatuilla dorada.
Esta presencia se luce junto a Judi Dench, y ambos logran relegar al agente 007 un poco más atrás. Esto no quiere decir que Craig no esté bien, todo lo contrario, es uno de los mejores Bond de la franquicia, es duro y envejece con dignidad, no tiene el glamour de Connery ni de Moore, pero demuestra más fuerza que ambos. Está envejeciendo, y se nota el paso del tiempo en su rostro maltrecho, descuidado, lleno de magulladuras que su oficio, y el paso del tiempo, le dieron. Para esta era moderna es un veterano y sede, de a poco, a los jóvenes llenos de avances tecnológicos que se burlan de los antiguos artefactos del disminuido detective.
Hay una crítica sutil a la tecnología. Los agentes de la vieja guardia, encarnados por Craig y Dench, sobrevivieron a la caída del Muro de Berlín y a la Guerra Fría, pero parecen retroceder ante los cambios del mundo.
Las mejores secuencias del filme se encuentran hacia el final, cuando Bond vuelve a Escocia a reencontrase con su pasado y a saldar cuentas. Resulta simbólico, por decir lo menos, ver a los “hermanos” —los dos son hechura de la agente M—, y a la “madre” de ambos, arreglando deudas de sangre bajo la cruz de una vieja iglesia. Esta parte es sombría y menos luminosa que en Turquía y China; sin embargo, está mejor.
La fotografía virtuosa de Roger Deakins se luce dándole aires de “Cine Noir” o de Gánsteres, géneros conocidos con creces por su director, e incluso hay referencias sutiles a la tradición del western.
Este final largo y épico, nos recuerda a “Batman, el caballero de la noche” de Cristopher Nolan, y también a cintas anteriores de Sam Mendes, sobre todo, “Camino a la perdición”.
Finalmente, solo queda recomendar con entusiasmo esta película, que no da respiro a pesar de su largo metraje. Bond sigue vigente a pesar del paso inexorable del tiempo, y Mendes, su director, supo ponerle su sello personal a un personaje que parecía haber perdido vigencia.

PERFUME DE MUJER:


Los pasos perdidos

Alejo Carpentier



Ruth me volvía del escenario, ahora, seguida por un rumor de aplausos, zafando presurosamente los broches de su corpiño. Cerró la puerta de un taconazo que, de tanto repetirse, había desgastado la madera, y el miriñaque, arrojado por sobre su cabeza, se abrió en la alfombra de pared a pared. Al salir de aquellos encajes, su cuerpo claro se me hizo novedoso y grato, y ya me acercaba para poner en él alguna caricia, cuando la desnudez se vistió de terciopelo caído de lo alto que olía como los retazos que mi madre guardaba, cuando yo era niño, en lo más escondido de su armario de caoba.

MICROCUENTO:


El lobo albino

Sara Bravo



El señor Fuentes heredó el último cuadro que había pintado su amigo, cuyo cuerpo se había encontrado mutilado y mordido en su casa. Se trataba de un hermoso paisaje frío. En él, las ramas de los árboles eran movidas suavemente por el viento. Había un cielo celeste con rayos brillantes de luz que hacía buena compañía a todo al panorama albino. Las líneas de los bajos montes blancos eran apenas nítidas. Entre ellas, y muy cerca al pino más alto, se encontraban unos ojos de mirada intensa y unas orejas se camuflaban con el color de los gruesos tallos. Un día, sintió que lo estaban observando. Recorrió su casa para cerciorarse si había alguien escondido. Hasta que llegó al cuadro y se detuvo para admirar el paisaje. Unos minutos después, cuando comenzó a caer una intensa nevada, el lobo excavaba para esconder su presa.

Jauja y los mitos coloniales


Armando Bravo Sáenz

Jauja republicana

Es interesante  ver cómo se reproducen y revitalizan, en la sociedad jaujina, los numerosos mitos que vienen desde la colonia.  Activos agentes sociales intervienen para mantenerlos vigentes e, incluso,  inventarlos o reinventarlos. La aparición del  novísimo culto a la “primera mestiza” y la ley de la “Primera Capital”,  revelan no solo la vigencia de prejuicios atávicos,  sino también ignorancia de la Historia.
¿Por qué es importante examinar esta estructura de mitos? Porque han construido, a través de los tiempos, el imaginario social, y éste, como  parte del subconsciente colectivo, puede construir o destruir la historia de un pueblo. Estos mitos han moldeado, laboriosa y pacientemente, los antivalores, las jerarquías, y han establecido los espacios físicos y culturales vigentes hoy.
El imaginario social puede ser motor o pesado lastre, puede impulsarnos al futuro o atarnos al pasado. Es un componente de la identidad de un  pueblo, tal vez su esencia. Por ello, el mestizaje no es un problema racial, sino, fundamentalmente, cultural. Lo prueban el papel determinante que han desempeñado los mitos españolizantes en la construcción de nuestro imaginario.
 Examinemos algunos mitos. «La primera capital»: esta vetusta y gastada etiqueta, ahora convertida en ley, es históricamente falsa y no nos otorga “identidad” como algunos ingenuos pregonan. Los pueblos no adquieren su identidad a través de leyes. Las dos primeras fundaciones de Jauja se hicieron a orillas del río Mantaro, en un lugar apartado de la “llacta” inca de Hatun Xauxa; de aquella no quedan ni vestigios. La Jauja actual fue fundada en octubre de 1565.
«Jauja, ciudad hidalga y valerosa»: la corona española no otorgó ese título a Jauja, son una invención junto a su “escudo”, que es la copia exacta de la heráldica de la ciudad española de Lucena.
«La primera mestiza»: posible siempre y cuando los españoles se hubieran mantenido abstemios desde su llegada a Tumbes en 1532, además ya los incas los habían madrugado —¿éstos no procrearon “mestizos”?—. Esta “primera mestiza” vivió y pensó como española, y se fue a vivir  —y morir— a España.
«Jauja ciudad colonial»: la arquitectura colonial fue notable en los centros donde prosperaron las haciendas y las minas, la arquitectura monumental de Jauja es mayoritariamente republicana.
«País de Jauja»: ocurrencia de cierto alcalde que intentaba revivir la patraña medieval europea, “nueva” inscripción que nos puso en ridículo. En fin, hay pues cierta obsesión por pegar rótulos y etiquetas a Jauja.
 El imaginario social fabricado por estos mitos ha producido, a través de nuestra historia, la ruptura social entre la ciudad (“española”) y los distritos. Reconstruir la unidad social implica la destrucción de esa mitología aberrante y desintegradora. No se puede construir un país, una nación o un pueblo, sobre la base de mitos. Ni puede construir su futuro un pueblo fracturado socialmente.
La identidad colectiva no es estática, la identidad de un pueblo se construye —o reconstruye— integrándola en la ejecución de su  Proyecto Estratégico de Desarrollo Territorial (Provincial), es decir, debemos asumir la Historia como creación.