domingo, 16 de diciembre de 2012

Profecía y negocio de otro fin del mundo


Jhony Carhuallanqui

Los cuatro jinetes del apocalipsis – Autor: Durero.
Millones de personas sintonizaban la radio, era 30 de octubre de 1938, cuando de repente, un enlace “en vivo” daba cuenta de una invasión marciana iniciada en New Jersey (EE. UU.). Miles salieron desesperadas a las calles, cundió el miedo, el caos y el llanto. Orson Welles había demostrado el poder (y credibilidad) de los medios de comunicación, y aún después de haber confesado que era una “dramatización”, la histeria colectiva tardó en disiparse.
Hoy no es la radio sino el internet, y la muestra de ello está en la “Profecía maya del fin del mundo”. Los estudiosos de esta cultura establecieron que el 21 de diciembre es el final de una era para dar comienzo a otra, en ningún momento indicaron tal fecha como el apocalipsis. Esta “verdad” se ha masificado por la inocencia de algunos y la viveza de muchos, y es que en una civilización como la nuestra, Google tiene más credibilidad que la propia NASA.
¿Y cuándo empezó la confusión? Frank Waters publicó en 1975 su obra “México místico: la llegada de la sexta era de la conciencia”, a partir de ello, afanosos internautas le dieron una interpretación antojadiza que fue creciendo, deformándose y multiplicándose por apocalípticos que remarcaban el “Fin de los tiempos”.
Según astrofísicos prominentes —como Stephen Hawking—, el planeta si desaparecerá, pero para ello faltan unos 7590 millones de años,  y esto ocurrirá cuando el sol termine por engullírsela, mas el problema radicará en que sí será habitable. Para Hawking el futuro de la humanidad está en “colonizar el espacio”, pues las condiciones no serán las adecuadas para nuestra supervivencia.
Además, la amenaza de un impacto (devastador como el que extinguió a los dinosaurios) estará siempre presente, y aunque podríamos saberlo con antelación, tampoco seríamos capaces hacer nada. Sin embargo, la información que el asteroide  Nibiru colisionará con la tierra este viernes, es una revelación tan falsa como el Eslabón perdido de Piltdwon, o los incubos (fantasmas violadores), o la Sirenita del Huaytapallana, así que no hay por qué alarmarse.
Evidentemente, la destrucción del planeta implica el exterminio de nuestra especie; sin embargo, quizás el hombre devaste primero la Tierra con la contaminación o, tal vez, la naturaleza arrase al ser humano primero: James Lovelock en la “Venganza de Gaia”  refiere que los daños al medio ambiente por el calentamiento global son ya irreversibles y que la madre tierra nos exterminará cumpliendo su ciclo de autorregulación. Este científico asegura que billones de personas morirán antes del fin del siglo, y que los sobrevivientes terminarán refugiados en el ártico.
Lo positivo de esta profecía es que el turismo mexicano se incrementó de 18 a 62 millones, y se espera llegar a los 80 antes del apocalíptico 21, mientras que en china, Yang Zongfu ha vendido más de veinte Arcas de Noé —esferas “indestructibles” ante caídas, terremotos, lava volcánica— a poco menos de un millón de dólares.
A todo esto se suma, como cereza en la torta, que el apacible poblado de Sirince (Turquía) está abarrotado de visitantes, pues se divulgó que allí no llegaría el fin del mundo, “porque Jesucristo lo eligió para resucitar este viernes”.
Sólo se espera evitar hechos como el suicidio masivo de la secta Heaven’s Gate, acontecido en el paso del cometa Hale-Bopp en 1997, que también estaba ligado a una profecía apocalíptica matizada con la creencia OVNI.
Mi abuela dice que el fin del mundo será cuando “la mula pueda parir”, y le tengo tanta fe a ella como a Nostradamus, San Malaquías, Edgar Cayse, Gordon Scallion o Parravicini.

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