lunes, 10 de diciembre de 2012

El Padrino, 40 años de una oferta imposible de rehusar


Roberto Loayza Cárdenas



Para 1971, Francis Ford Coppola tenía muchos problemas encima, sus primeros pasos como director habían sido erráticos con producciones de bajo nivel y casi nula aceptación por parte del público. Su compañía “American Zoetrope” había producido la cinta de ciencia ficción de su amigo y socio George Lucas, “THX 1138”, que lo había dejado en la bancarrota.
En esos momentos aciagos la Paramount se le acercó para que dirija el “best seller” del italoamericano Mario Puzo, un libro que ya se encontraba entre los más leídos por un público norteamericano ávido por conocer las entrañas de una poderosa familia de mafiosos, liderada por el irresistible don Vito Corleone.
Coppola se negó, al igual que otros grandes como Sergio Leone y Peter Bogdanovich lo habían hecho antes que él. Francis adujo que no podía hacer un filme tan violento que involucre a los italianos, y menos a los de la zona sur de donde provenían los ancestros del director: Basilicata, y también donde se encontraban los más famosos y sanguinarios exponentes de la mafia: Sicilia.
Sin embargo, el director, un poco urgido por las necesidades monetarias en las que se encontraba, aceptó siempre y cuando las cosas se hagan según sus condiciones.
Luego de superar cientos de inconvenientes y de enfrentarse a los todopoderosos directivos de la Paramount, Coppola empezó a tejer la obra cumbre de la cinematografía mundial, arriesgando el pellejo al elegir al problemático Marlon Brando para el papel de don Vito, y al desconocido y menudo Al Pacino como su hijo menor, Michael. Amenazaron con despedirlo, con desaparecerlo de Hollywood, pero Francis persistió, conservó su honor y siguió trabajando durante los 77 días que duró el rodaje.
El 15 de marzo de 1972, la cinta era estrenada y el éxito fue absoluto. Por primera vez, la gente se ponía inevitablemente del lado del villano, mas no de cualquiera, de un villano al que no se le puede reprochar nada de lo que hace para proteger lo más valioso que tiene, su familia.
Como nunca antes hicieron, la historia de la mafia era contada desde adentro de sus paredes, en medio de una pomposa fiesta de bodas o de casuales cenas rápidas, y ahí radica su encanto y familiaridad, en esos cuartos oscuros, llenos de grandilocuentes muebles, olor a espaguetis y cabellos engominados, en esos ambientes se nos presenta a los Corleone, el dominante Don Vito y sus hijos: el irascible Sonny, el tímido y algo torpe Fredo, la candorosa Connie y el brillante Michael, además del hijo adoptado de la familia, el “consigliere” Tom Hagen.
A pesar de que es don Vito el personaje del libro de Puzo, en la cinta es su hijo menor Michael quien prepondera. Un joven héroe de la II Guerra Mundial quien no aprueba las “actividades” de su familia, pero que se ve obligado a integrarse cuando la vida de su padre corre peligro, dando un giro en su existencia con la  memorable escena del beso de mano de hijo a padre. A partir de entonces, el rostro antes tranquilo de Michael adquiere una tonalidad siniestra y distante que lo llevará a tomar las riendas de la familia.
Muchas de las escenas del filme se encuentran en los anales de la historia del arte, y son constante fuente de estudio de todo aquel que aspire a ser cineasta, como cuando el magnate Jack Woltz encuentra sobre su cama a su caballo, el atentado contra el Padrino mientras compra fruta, el asesinato del traficante de drogas y el policía corrupto en el restaurante italiano, el acribillamiento de Sonny en la caseta y, especialmente, la shakesperiana secuencia bautismal hacia el final de la obra.
Un deleite audiovisual eterno, sazonado con la inolvidable música del romano Nino Rota, fundamentalmente en el “Vals” y en el “Tema de amor” que ya forma parte del soundtrack de nuestras vidas.
Con decenas de premios, records de taquilla y múltiples números 1 en diversas listas de las mejores películas de todos los tiempos, “El Padrino” cumple 40 años y sigue mostrándonos toda su grandeza.
Suerte de pocos poder verla en las salas por estos días en su remozada edición digital, culpa de  algún despistado programador de cine que, en medio de su ignorancia, repleta de boberías las salas de nuestra sufrida y culturalmente olvidada ciudad.

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