lunes, 12 de noviembre de 2012

TODAVÍA NO PINTO CANAS: TERCERA ENTREGA


La alegría de ser padre

Josué Sánchez

Urunchikunahuan – Josué Sánchez
 Muchas gracias amigos. Sus comentarios han sido como rayos de sol para mí.
Como el sol de la mañana llegaron también mis hijos. Nunca le he dicho a Betzabé con cuánta ilusión esperé su nacimiento. Cuando la vi tan pequeñita y frágil me llené de ternura. Ligada al campo, como yo, escogió ser ingeniero zootecnista y hoy transmite su amor a la naturaleza a sus dos niños. Cuando llegó Guillermo pensé en las largas caminatas que daríamos juntos por los pueblos de nuestra sierra. Quizás por eso le gustó el ciclismo de montaña. Es un destacado deportista, y tal vez también lo será Avril, su hijita de meses.
Consentida por todos, María Friné jugó desde pequeña con todas mis pinturas. Llenó de colores las paredes de la casa y cuando creció, estudió restauración de pintura mural. Hoy empieza a abrirse paso en el difícil mundo del arte.
Pensando en ellos pinté “Urunchikunahuan. Así son nuestros niños”, un cuadro en el que ellos juegan felices rodeados de chacras de mil colores, dueños del mundo y de su destino.
Así era el mundo andino cuando ellos nacieron. Todas las casas estaban abiertas a los niños, todos los protegíamos. La familia y la comunidad eran el centro de nuestras vidas. Los niños crecían seguros y libres. Después, el mundo se fue haciendo cada vez más "ancho y ajeno", como diría el gran escritor peruano Ciro Alegría. La televisión trajo otras costumbres, otros valores. La aldea se hizo global, pero el desarrollo de las telecomunicaciones que lo hizo posible y que puede servir para acercarnos, como en esta ocasión, despersonalizó las relaciones.
Aun así, Alvarito se anunció a la manera mágica andina, en un cocaquinto y en una reunión fraterna. Era un día especial. Estábamos reunidos junto al río haciendo un 'pago' a la Pachamama, la madre tierra, para agradecerle por el nuevo libro de un amigo de toda la vida. Fue cuando, entre las hojas de coca de la ofrenda, yo encontré una hoja pequeñísima, completamente entera, y al mostrarla a la señora que dirigía el 'pago', ésta anunció alborozada que un bebé venía en camino.
Aún recuerdo el comentario de Juan José, un distinguido antropólogo, cuando saqué del bolsillo la ecografía que una hora antes le habían hecho a Diana. Habíamos guardado la sorpresa para después, demasiado emocionados al saber que esperábamos un hijo, luego de tres años de casados. «Caramba —dijo Juan José—, yo sabía de esto, pero es la primera vez que lo veo».
Tenía 52 años cuando nació Alvarito. Con mis otros hijos ya jóvenes, tener un niño a esa edad fue maravilloso. La casa se llenó de algarabía.
Alvarito es un niño de esta época. Aprendió a manejar la computadora antes que Diana, e igual pasó con el celular. Toca flauta y aprende a tocar violín. Quizás sea músico y haga realidad mi sueño, pues compone melodías cortas. Pero su ambición es ser arqueólogo. Le fascina Egipto y las culturas Chavín y Chachapoyas. Hace casi tres años tuvo la ocurrencia de pedirle un programa al director de la radio en la que Diana trabajaba como voluntaria. Desde entonces, con guiones de su madre, es la voz de "Llaves para tu imaginación", un microprograma radial sobre cultura andina y valores. Como dice una de mis estudiantes de arte, Alvarito es "un niño con experiencia". La necesita en esta época que le ha tocado vivir. (Del blog “Todavía no pinto canas” en BBCMundo.com)

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