miércoles, 22 de agosto de 2012

Tayta Shanti: un rito, una tradición


Leonardo Mendoza Mesías

Estamos en pleno Tayta Shanti y es evidente que es una de las más grandes festividades andinas, conocida también como “Tinyacuy” o, simplemente, Herranza.
Tiene una duración de más o menos quince días —aunque la celebramos por mucho más—, cuyo inicio es el 24 de julio por la noche. Siendo los distritos sureños del Valle del Mantaro, como Viques, Huayucachi, Huancán, etc., donde arranca, al ritmo de la tinya y las “waqras”, la algarabía.
Pero, ¿qué es el Tayta Shanti? Se da cuando los pastores marcan a sus ganados con unas cintas en las orejas. Es una fiesta a la fertilidad, aplicada antes solamente a los auquénidos, y ahora también al ganado vacuno, ovino y caprino.
Es una expresión cultural que se puede encontrar en Junín y Huancavelica, principalmente. Y, ¿qué significación tiene? ¿Qué simboliza? ¿Qué representa? Es más que una ceremonia, es una racionalidad. La racionalidad de esta parte del mundo andino respecto a los animales, a la naturaleza, que se ve acrisolada y expresada en la festividad de la marcación de los animales. Si se quiere, es el agradecimiento del hombre a su ganado por acompañarlo en sus labores agrícolas, cuando lo pone de yunta o arado, cuando lo salva del hambre proveyéndole de leche, carne, lana y más, o cuando debe venderlo para saldar alguna deuda. Entonces, Tayta Shanti es pensamiento, de reciprocidad al animal, y también es sentimiento, por el cariño a estos seres.
Si bien lo más visible es el colorido pasacalle de las pandillas, cuyas talqueadas polleras multicolores femeninas son lo que más llama la atención, es además una muestra de la resistencia física de quienes participan. Es la presencia de lo rural en lo urbano, y esto es fácil de comprobar en nuestras ciudades cuando vemos que sus calles se ven invadidas por alegres comparsas que llaman la atención a propios y extraños. Entonces, si la Herranza antes era considerada sólo una fiesta de campesinos, ahora no. Hoy es una celebración donde hay el arte, colorido, la fortaleza y alegría de un pueblo, nuestro pueblo.
Cuando uno lo observa, tiene al menos dos grandes momentos: el ritual y el festejo en sí. El ritual es más doméstico y familiar, se sustenta en la “pagapa” o “pagapu” a la Mamapacha representada por la “illa” de piedra, la coca y la chicha de jora.
El festejo es el júbilo por lo que se recibió, augurando positivamente por lo que vendrá el próximo año. Por eso, luego del ritual, el ganadero y el pastor salen con sus mejores atuendos a celebrar y llamar a la buenaventura, departiendo con sus amigos, vecinos y el pueblo. Y si vemos bien los que vivimos aquí, Huancayo es un pueblo grande que está formado por otros más pequeños y algunos barrios.
Tayta Shanti es la presencia del ande en la ciudad, de la tradición en lo moderno, del futuro en el presente, de lo profano en lo sagrado.

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