domingo, 8 de julio de 2012

Tres personajes en busca de un autor


Jorge Jaime Valdez


 Las biografías filmadas o “biopics” tienen una larga tradición en la historia del cine. “Biopic” es una abreviación libre del inglés, “Biographical picture”. Por otro lado, Clint Eastwood es uno de los más interesantes cultores de este tipo de cintas. Dirigió con maestría tres películas inspiradas en la vida de tres personajes del mundo en diferentes ámbitos: dos políticos y un músico. Nos referimos a Nelson Mandela, J. Edgar Hoover y Charlie Parker.
Eastwood es un personaje fundamental en la historia del séptimo arte, empezó como actor en muchísimas cintas y se hizo conocido por encarnar al vaquero sin nombre en los filmes de Sergio Leone, o al duro policía que sigue su propia ley en la saga de “Harry, el sucio” de Don Siegel.
Con el paso de los años se convirtió en productor, director, actor y músico de grandes películas. Hablar de su filmografía sería imposible por la brevedad de este espacio, así que nos referiremos solo a tres cintas que están dentro de lo que se conoce como filme biográfico o “biopic”:

Bird (1988), nos cuenta la vida contrariada y difícil de uno de los más grandes saxofonistas de todos los tiempos, Charlie Parker, a quien llamaban “Bird”. Esta es una de las mejores cintas de Eastwood como director, pero es poco conocida y es anterior a la obra que le daría el Oscar, su primera obra maestra: “Los imperdonables”. Julio Cortázar, gran amante del jazz, le dedicó un cuento hermoso a Parker, “El perseguidor”. No sabemos si el cineasta lo leyó, sin embargo, lo que nos cuenta es tan conmovedor como el propio relato. El filme tiene la notable actuación de Forest Whitaker que se mete en la piel magullada del músico por sus tantas noches de alcohol y drogas. “Bird” era un genio maldito, un perfeccionista, nunca se conformó con su talento endiablado para el jazz, siempre iba buscando algo, persiguiendo quizás un ideal, la perfección o la gloria, nunca lo sabremos. No pudo conseguirlo, el trago y la heroína se lo llevaron pronto.


Invictus (2009), es la historia de Nelson Mandela. Aparentemente, la cinta aborda el Campeonato Mundial de Rugby en 1995 como tema central, pero este rudo deporte es sólo un pretexto para contarnos la relación de Mandela con el capitán del equipo, interpretado por Matt Damon, y cómo el deporte sirvió para unir a una nación fragmentada por el odio racial. El “apartheid” segregó a gran parte de la población sudafricana y al propio “Madiba” (así llaman a Mandela), quien permaneció 27 años en prisión. La vida de Mandela es un ejemplo de perseverancia y voluntad sobre todo, quizás por esto la cinta de Eastwood es la más feliz y optimista de su carrera. Cabe destacar la gran actuación de Morgan Freeman, colaborador habitual del viejo Eastwood, que se mimetiza con el personaje del líder africano y le da vida con convicción.


J. Edgar (2011), es una cinta extraordinaria, injustamente ninguneada por la crítica y el público. No fue nominada a ningún Oscar y la actuación de Leonardo DiCaprio, la mejor de su carrera, fue descartada, dando cuenta de la miopía de una sociedad hipócrita y castrante, como la norteamericana. La vida de John Edgar Hoover parece, de por sí, una ficción. Nació y vivió dominado por su madre y a pesar de su timidez e incluso de su tartamudeo llegó a ser el hombre más poderoso de Estados Unidos durante varias décadas. Estuvo muy cerca al poder durante la gestión de ocho presidentes. Era anticomunista, homofóbico y homosexual a la vez. Fue odiado y temido en proporciones similares. Fundó el FBI y lo manejó hasta su muerte en 1972. Llevó  siempre una doble vida, amando a escondidas a su compañero de siempre Clyde Tolson, su brazo derecho en el FBI. La película es oscura, triste y sombría como las grandes cintas de Eastwood, pero también tierna, descarnada y sutil. Una obra maestra que reafirma la consagración de uno de los mayores artistas del cine actual.

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