lunes, 7 de mayo de 2012

Una novela que hizo brotar mis recuerdos

Juan Luis Espinoza Chinchón “La casita del cedrón”, a pesar de ser una historia breve, despertó violentamente mis recuerdos. Yo pensaba, equivocadamente, que ya no iban a brotar estos recuerdos celosamente cicatrizados, que volvieron a sangrar echando truenos. Me siento deslumbrado con esta historia que escribió José Oregón Morales. Como con la magia, “La casita del cedrón” ha producido en mí dos cosas: primero, me hizo retroceder al mundo infantil, cuando jugaba con piedras de colores; piedras que tenían vida y nombre. Y cuánto decir de mi “Cuto”, aquel perrito que compartió mi fiambre y tantas veces me acompañó en los vericuetos del destino. Recordé la ingratitud de los terratenientes; y el desprecio, la envidia, el odio y la maledicencia doméstica. Pero también me ha mostrado una gran lección: que la actitud valiente de tomar resueltamente las decisiones es de clase mayor. Sí, la actitud de Chipsa, esa niña valerosa que huye para enfrentar al mundo sin miramientos, es un ejemplo vivo, un parangón sin límites que nos enseña a afrontar este mundo de iniquidades e injusticias, a este mundo cruel donde reina la irracionalidad. “La casita del cedrón” es, de la misma manera, el espejo que refleja a nuestro país. ¿Qué nos recuerdan, sino, aquellos hombres que deambulan por las calles pidiendo mendrugos de pan? Chipsa nos enseña que debemos tomar decisiones, buscar la forma de salir del fango. Esta obra a su vez me arrastró al mundo de la violencia social, donde los inocentes eran culpables y los mudos eran obligados a hablar. La honradez es práctica de los hombres más pobres del mundo andino. Y se narra todo genuinamente, con ternura, como cuando el médico de los pobres dice: “regresa a tu casa estos alimentos para que se recupere el enfermo”; o cuando los pobres hablan de Chipsa adulta: “no señora, no, es para la señora Carmela; ella no nos engaña”. Hay más en el libro, como cuando Chipsa defiende lo suyo con fortaleza y voluntad; y todo eso me ha persuadido de principio a fin.

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