sábado, 3 de marzo de 2012

No esperaste que la chicha madure



José Oregón Morales

Como a un verdadero padre, ni bien la chicha maduraba, el primer líquido flor, sacado del mismo ojo del porongo era para ti y para mi madre. “Es lo más rico para mí, yo me lo tomo”, diciendo me recibías la botella.
Volviendo de Huancavelica ya le llevaré la chicha que está madurando, me dije, y partí muy temprano ese jueves 17. A las ocho de la noche, mientras presentábamos el libro de Isaac Huamán Manrique “La voz del trueno y el arco iris” en mi tierra, tú te estabas muriendo en Huancayo. Don lucho, ya no esperaste que la chicha madure.
Los grandes de hoy, fueron tus hermanos de ayer, pequeños, dando los primeros pasos en el camino arduo del cultivo del folclor. “Mocho Chávez”, Dúo Hermanos Mayta, Carmela Morales, Rebelde Huanca, Corazón Huanca Martínez, Zenobio Dhaga, Francisco Leight, Teófilo Hinostroza, Qori Maqui y otros muchos más que la fragilidad de mi memoria no me permite recordar. Que me perdonen.
Por los años sesenta ya te conocíamos por ser un excelente fotógrafo, pero más nos acercó el programa que dirigías en el único medio televisivo de Huancayo, el Canal 3; funcionaba en el último piso de un edificio de Selecciones Hek, en la plaza de la Constitución. Dabas acogida a todos en tu programa folklórico “Adorada Tierra”. A los cantantes Isabel Huanca, Paloma Huanca, Trinitaria del Valle, Rósulo Santana, Sonia Berrocal, Hermanitos Bastidas. Igual a los músicos y elencos de danzas. Allí nació Tuky, sin saberlo, como una compañía de salcabambinos residentes en Huancayo demostrando sus danzas gala, pahuay y santiago: Pedro Romero Gonzales, Carmela Morales, Ayda Gálvez, Vilma Morales Serpa, Angel Morales Serpa, Elena Mavila, José y Octavio Cuadros, Greta Pons, acompañados por los inmortales Eloy Illesca en el arpa y Julián Quispe en el violín. Contigo comprendimos la importancia de fundar en elenco de danzas de nuestra tierra, entonces recién le pusimos el nombre de Grupo de Arte Tuky.
Fuiste muy gordito, pero la ilusión te daba alas y es así que el año 1967 viajaste con nosotros a Salcabamba, cabalgaste 16 horas a caballo cargando tu máquina fotográfica y tu grabadora de sonidos para documentar el Angosay (Santiago) que al año siguiente plasmáramos en el primer disco nacional con el proceso completo de la costumbre. Luego le seguirían las danzas de las Tijeras, Carnaval de Tayacaja, Huaynos y Mulizas de Huancavelica, Trilla de Salcabamba, Kintukuy o canciones de los animales. A todas estas joyas del folclor tú les diste las geniales portadas a colores que captaste con tu fino lente. Durante todos los años de tu vida, te han visitado personalidades de todo el mundo para conocerte en tu taller de pintura y modelado en Chilca, para beber de tus conocimientos, y tú no te cansabas de contarles que habías viajado a caballo por senderos inverosímiles, profundos precipicios de “Runa Huañusqa”, donde los hombres mueren, para documentar el folklore.
Para todos los folcloristas que acudíamos a ti a disipar alguna duda tenías una frase fraterna, una orientación precisa. Eras tan generoso, como dicen los argentinos: “Hasta hacer reyir a los mesmísimos perros” (sic). En 2011, en el homenaje que te hicieron en la Universidad Continental de Huancayo referiste: “Una tarde me encontraba reunido con varios folcloristas y se me ocurrió cantar una composición mía:
Yo soy isabelino por algo
Conózcanme bien amigos míos
Con mis libros y mis cuadernos…

Entre los concurrentes estaba Zenobio Dhaga que me dijo: ‘A esa tu composición en vez de isabelino, ¿por qué no le ponemos: “Yo soy huancaíno por algo’? Está bien, le respondí y lo grabó como composición de él y yo nunca le he reclamado”. Así eras de generoso don Lucho.
Trashumante empedernido, viajabas con tu cámara, documentando el folklore de Puno, Cusco, Bolivia, Ayacucho, Huancavelica, coleccionando vestimentas y máscaras. Tus caudales económicos y tu trabajo lo dedicaste a atesorar ese patrimonio cultural invalorable. Infatigable pintor de cuadros costumbristas en artesas de madera, en souvenirs y tarjetas postales. Cada una original: esas pinturas representaban las fiestas costumbristas, las huancas en los diversos momentos de su labor de hilado, siembra, baile; también pintabas con fina jocosidad cuadros de walarsh y wamblas huancas haciendo el amor detrás de los álamos y los retamales. Fotógrafo, productor y conductor de TV, cantante de huaynos y mulizas con tu hermano, coleccionista, pintor y memoria del pueblo huanca. Eso eres.
Una anécdota que no olvido es cuando en 1971 viajamos a Arequipa para participar representando a Junín en el I Festival Internacional de Danzas Folklóricas. Los organizadores nos daban alojamiento y alimentación, pero no los pasajes ni vituallas de ruta. Llegó un momento que no teníamos dinero; entonces caminamos por las calles vendiendo tus pinturas en miniatura y así pudimos volver. ¿Pero qué representaban sus pinturas que vendíamos a extranjeros y a los mismos arequipeños? ¡Paisajes de Arequipa, su río, su puente y al fondo su dios tutelar El Misti! Así eras de grande, intuitivo e impredecible, Luis Cárdenas Raschio; amigo y maestro, padre y maestro, y ahora más padre todavía. Hasta siempre Don Lucho.

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