sábado, 16 de abril de 2011

Solo 4 “361” del 16 de abril de 2011

LA CITA

“Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad”
Milan Kundera, La Insoportable levedad del ser
Nicolas Matayoshi:
Los tesoros de Catalina Huanca

Luis Puente de la Vega Rojas

Un mito cuenta que Catalina Huanca ocultó durante su vida un tesoro de riquezas incalculables, por el cual cientos de investigadores, arqueólogos, y cazarecompensas, han llegado hasta el Valle del Mantaro con la misión de encontrarlo. Hoy, Nicolas Matayoshi, partiendo de esta creencia, ha materializado los verdaderos tesoros ocultos en nuestro valle: todas las tradiciones orales de su población. Así, presenta hoy la segunda edición de su libro, “Los tesoros de Catalina Huanca”.

Este maravilloso y esperanzador texto es producto de un trabajo de campo realizado entre los años 1977 y 1979, en las comunidades de la zona sur del valle del Mantaro y del valle del Canipaco, mientras Matayoshi trabajaba en la promoción rural en dos ONG´s: el Instituto de Estudios Andinos y el Grupo Talpuy.

Ya en esos tiempos veía que los alumnos rurales estudiaban en escuelas y colegios, de sus localidades, pensando en emigrar y establecerse en las ciudades. Los maestros, siempre foráneos, no conocían la realidad de la zona donde trabajaban. En este contexto, se hacía necesaria, una propuesta educativa que restableciera el vínculo con la propia cultura del niño, y con la que el maestro tuviera una herramienta eficaz para acercarse a la profunda riqueza cultural de los pueblos donde laboraban.

El autor, por ese entonces ya planteaba una nueva forma de ver la educación: “Mucho se teoriza sobre los roles de la educación, lo cierto es que toda propuesta educativa plantea la construcción de un mundo futuro. ¿Cómo queremos que sea?: libre, solidario, justo, feliz, pleno, etc. Entonces, bajo esa utopía social, siempre se han planteado roles y objetivos educativos. Así, en “Los tesoros de Catalina Huanca”, también está mi visión de futuro: que tengamos una sociedad capaz de ser creativa, con soluciones propias, más solidaria, menos injusta; por eso, la educación debe impulsar la creatividad no sólo en las artes, sino, especialmente, en la ciencia y la tecnología, que seamos capaces de crear una economía donde se privilegie el compartir y la responsabilidad social, que nuestra educación supere los dogmatismos religiosos o políticos, para asumir compromisos con la vida misma, con nuestra gente, con nuestra cultura”.

Este libro, dirigido especialmente a niños y niñas, trae consigo una propuesta educativa diferente, con una guía para profesores que facilita el proceso de enseñanza y aprendizaje. Además, “Los tesoros de Catalina Huanca” no solo trata de mejorar la capacidad de lectura del participante, sino que, a diferencia de otros textos con este fin, pretende enseñar el orgullo de ser lo que somos, de encontrar sabiduría hasta en las cosas más simples, de reconocer y preservar el inmenso legado cultural que nos han dejado nuestros antepasados, porque se conserva aquello que da orgullo, que consideramos necesario y que sea útil. Esperamos que nuestras autoridades, nuevas y por venir, consideren esta propuesta, que cómo avizoramos, será la alternativa más destacable en cuanto a revalorización e inclusión de nuestras tradiciones orales para el Plan Lector, en nuestra educación.

El buen salvaje

Sandro Bossio Suárez
Lo fundacional en Oswaldo Reynoso

Al cumplir diecisiete años leí dos libros que cambiaron mi forma de ver el mundo. El primero fue “Satiricón”, de Petronio, en una edición española que me prestó un tío político afecto a la literatura clásica. El otro fue “Los inocentes”, de Oswaldo Reynoso, en una edición popular que hasta ahora conservo, y que compré en la desaparecida librería Pacífico de la calle Real de Huancayo.
Ambos libros me parecieron una revelación. En “Satiricón” encontré una de las más originales y complejas obras literarias de la época romana imperial, y en “Los inocentes” un hermoso texto social que habla del florecimiento de una generación al lado más abyecto, pero al mismo tiempo tierno, del hombre.
Por feliz coincidencia, tanto “Satiricón” como “Los inocentes” tienen extraordinarios puntos comunes. Los que destacan son, en primer lugar, la renovación del lenguaje. Petronio refresca el expresión poética empotrando, por primera vez en la literatura universal, frases coloquiales, germanías de la época, muchas de las groserías que se usaban en la sociedad de Nerón. Oswaldo Reynoso, por su lado, introduce en la literatura peruana (y aún latinoamericana) un extraordinario repertorio de la locución popular de los años cincuenta. Pero no hace solo eso, registrar palabras adolescentes, sino que hurga en la psicología de los jóvenes peruanos de clase baja, presentándolos como seres vívidos, reales, materiales.
Otra coincidencia es el tema homosexual. En el relato romano se cuentan las aventuras de Encolpio, poeta truhán y vagabundo, y de su amante Gitón, joven hermoso y sin escrúpulos, condenados a vagar debido a las iras del concupiscente dios Príapo. El mismo tópico encontramos en los relatos peruanos encarnados en Cara de Ángel, Colorete, el Príncipe, Carambola y Rosquita, esos inolvidables personajes peruanísimos, que vagan en una urbe inhumana mecidos por los vientos de otro dios concupiscente: la sobrevivencia.
Ambos libros incrustan numerosos episodios menores con autonomía y valor literario propios, y ambos, en su conjunto, conforman una galería de aventuras singulares, extravagantes y eróticas, que dan vida a todo tipo de personajes: robadores, fanfarrones, depravados, peluqueros, mujeres sometidas por la lujuria. En suma, los dos son libros de pícaros, que –a decir de María Pérez Royo–, moviéndose en un mundo en descomposición, intentan sobrevivir en él.
“Los inocentes” fue escandaloso en su momento, sobre todo por la descarnada descripción de la vida sexual de sus protagonistas, y desató una enorme marea de críticas absurdas y pacatas, que Oswaldo Reynoso festejó como todo en la vida. Debido a esa admiración que su obra estimuló en mí, una vez, cuando todavía era adolescente, quise entrevistarlo. Él había llegado de Pekín por una breve temporada y ofrecía una conferencia en una municipalidad, de modo que corrí a verlo con mi grabadora enfilada, pero, totémico y rodeado de un enjambre ávido de jovencitos encuestadores, no pude ni acercarme. La vida, sin embargo, se ha encargado de unirnos. Oswaldo Reynoso ahora es mi amigo. Cada vez que nos vemos terminamos en alguna taberna en “plan de cervezas”, como suele llamarle él a esas aventuras nocturnas que tanto nos placen. Más ahora que el gran maestro cumple ochenta años y su primer libro, perpetuo, cincuenta. En esos momentos, rodeados de espuma, humo y aserrín, pienso en la última coincidencia entre “Satiricón” y “Los Inocentes”: ambas son inmortales. Tan inmortales como el propio Oswaldo Reynoso.
El cisne negro

El vía crucis de la diosa

Jorge Jaime Valdez

Fui a ver “El cisne negro” con una gran expectativa, en vista que venía cargada de elogios y alabanzas de todo tipo, y me encontré con una película manipuladora, esquemática, conservadora, moralista, efectista y deshonesta a pesar que se diga todo lo contrario.
La historia es sencilla, Nina, una bailarina interpretada por Natalie Portman, aplicada, angelical y dulce deberá sacar su lado malo, cruel y reprimido por una madre castrante y controladora, para interpretar al cisne negro y para ese fin cuenta con un director interpretado por Vincent Cassel que parece un malo de melodrama cursi.
Desde el inicio vemos una y otra vez, hasta el hartazgo, la alteración mental de la protagonista, que es sometida a todo tipo de torturas. Mientras la pobre sufre durante toda la proyección, nosotros espectamos una película llena de movimientos de cámaras, imágenes aceleradas y reiterativas, todo es un ejercicio de pirotecnia visual y de efectos de montaje, las imágenes picadas y la cámara nerviosa, movida, adrenalítica todo el tiempo parece un video de MTV y todo con la intención de machacarnos la idea de que la sufrida protagonista tiene serios problemas mentales.
El Oscar como mejor actriz a Natalie Portman por su elogiada interpretación, parece también excesivo, hace poco, su doble, una bailarina profesional, salió a decir que ella había interpretado casi todas las escenas de baile y que la participación de la Portman había sido mínima. De ser esto cierto, su actuación no tendría mayor mérito; lo más rico en el filme son las secuencias de baile, el rigor del entrenamiento, el esfuerzo físico, que tanto gusta a la Academia. Entonces le habrían dado el premio solo por su rostro compungido, su cuerpo maltratado y sufrido, por su vía crucis personal, o por su piel lacerada, casi como el Cristo de “La pasión”, ese bodrio perpetrado por el ultra conservador Mel Gibson; o simplemente por su endemoniada belleza, si es por esto último, todos los premios del mundo estarían más que justificados y serían insuficientes.
Considero que Darren Aronofsky es un buen director y tiene mejores películas, “Réquiem por un sueño” o “El luchador”, muestran personajes excesivos pero son más sinceros, la pareja de heroinómanos autodestructivos de la primera cinta y el viejo peleador de la segunda son personajes memorables, sobre todo Mickey Rourke que encarna todo el dolor, todo el peso de los años y todo el fracaso de un personaje que no parece de ficción. La historia se parece mucho a la propia vida del protagonista.
“El cisne negro” es tramposa porque “dice” pero no “muestra”. La transformación de la protagonista de cisne blanco a negro incluye su incursión en drogas, sexo casual, masoquismo, lesbianismo y explota el lado sexual reprimido de la bailarina pero no muestra nada, todo está insinuado, hay un temor al desnudo, pero si muestra a cada rato su dolor físico: cortes, mutilaciones, sangrados, cutículas desgarradas, ojos rojos, hasta “le salen alas”. Todo es muy figurativo, menos la pulsión sexual a la cual alude la trama. Suponemos que por imposición de la actriz, que no suele protagonizar escenas con desnudos, o por tacañería del director; lástima, para los millones de admiradores de la hermosa actriz israelí, que ha hecho muchas cintas con temática sexual, pero dando cuenta de una férrea posición conservadora no muestra más de lo debido su piel de diosa. En “Closer” hace el papel de una nudista, que nunca se desnuda; en una comedia reciente: “Amigos con derecho” trae de vuelta y media a Ashton Kutcher porque entabla una relación solamente sexual con él, pero tampoco muestra nada. En una comedia que se estrenará pronto (“Caballeros, princesas y otras bestias”) hay una escena donde la actriz aparece en prendas breves pero en el trailer que circula por la web aparece la misma escena retocada por imposición de quién, no lo sabemos.
En la cinta que nos ocupa, el impulso erótico y tanático es el “leit motiv” de la historia pero sin embargo todo esta reprimido, quiere ser claustrofóbica y oscura pero es hipócrita y poco creíble. Como dato adicional, para los admiradores de la actriz, me incluyo obviamente, desde que la vi por primera vez en la gran película de Luc Besson, “El profesional” con Jean Reno y el notable Gary Oldman, quede prendado para siempre de su rostro que no parece de este mundo, parafraseando al poeta Luchito Hernández, diría que se excede en belleza. La actriz aparece en un corto de Wes Anderson llamado “Hotel Chevalier” como siempre la quisimos ver.
Finalmente, para hacer ver a un personaje esquizofrénico no es necesario hacerlo sufrir durante toda la cinta, películas parecidas al “Cisne Negro” abundan, pero sólo mencionaré como ejemplo: “La profesora de piano” del austriaco Michael Haneke con una Isabelle Huppert en estado de gracia, que es una película nada convencional, ni complaciente; todo lo contrario, es desgarradora, repulsiva y perturbadora, a su lado este cisne negro parece un cuento de hadas. “Mullholland Drive” de David Lynch, que muestra patologías más serias sin tanto truco y efecto audiovisual y las grandes películas de Roman Polansky, sobre todo “El bebé de Rosemary” y “El inquilino”, o “Dead ringers” de David Cronenberg, son filmes de visión obligatoria para notar la diferencia y no sobrevalorar tanto una cinta construida con muchas anfetaminas pero poca sustancia.

Microcuento

Mis fotografías
Alberto Benza González

Micaela siempre toma fotografías por el parque Centenario, dice que me ha tomado fotos con los cisnes, en el lago y con las estatuas. Hoy me dejó algunas en una banca y al costado un crucifijo con una estampita de la virgen de Lourdes. Su cámara debe estar fallando, porque en las fotos salgo de medio cuerpo y en algunos casos sólo se ve mi silueta transparente.

Las pinturas negras de Goya

Josué Sánchez

Considerado por unos el último de los clásicos y, por otros, el primero de los modernos, Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) fue un pintor de contrastes. De apasionada personalidad, su obra muestra una rebosante vitalidad o un profundo pesimismo, la ternura más honda o la más acerba ironía, producto de la fina sensibilidad de un genio enfrentado a las paradojas de su tiempo.
El siglo XVIII, época de transición y cambio, de fastuosas monarquías y revoluciones libertarias, donde las luces de la razón alumbraron monstruos de muerte y guerra, fue el escenario ambiguo que Goya pintó con maestría y agudo sentido crítico. Sus conocidos retratos de la nobleza, obras de corte realista mayormente realizadas por encargo, fueron estudiadas formas de mostrar la decadencia de esa clase social, en contraposición a los retratos de los anónimos personajes del pueblo tratados con singular afecto. Sus series de grabados “Los caprichos” y “Los desastres de la guerra” no sólo muestran la exuberante imaginación del pintor, sino también una feroz crítica a la sociedad de la época.
Pero donde Goya reveló realmente su libertad creativa fue en “Las pinturas negras”, serie de catorce pinturas al óleo ejecutadas entre 1820 y 1822 sobre las paredes estucadas con yeso de la Quinta del Sordo, su casa sobre el río Manzanares en Madrid, adquirida ya con ese nombre.
Goya era un anciano enfermo, sordo y casi ciego cuando pintó estos murales, así llamados por su contenido sombrío y tenebroso y por su gama de color reducida al blanco, al negro y a los tonos verdosos y castaños. En ellos aparece claramente delineada la idea general de la maldad y la crueldad humana, en visiones atormentadas de extraño significado, en las que se entrecruzan elementos profanos y sagrados.
En el “Aquelarre” es estremecedor ver una multitud deforme y sombría adorando al Mal, un macho cabrío vestido de fraile, rodeado por una multitud de brujas con ojos vidriosos, desfigurados por el vicio y la concupiscencia, una de ellas con toca de monja. La figura de “Saturno devorando a uno de sus hijos” muestra una repulsiva voracidad, alegoría tal vez del hambre universal. Un hambre que en la vejez se convierte en maldición, suma de apetitos soterrados, insatisfechos, como las desdentadas bocas de “Dos viejos comiendo”. Pero quizá la imagen más desoladora es la del “Perro enterrado en arena”, atrapado vivo en la oscura aridez de la arena, con el blanco ojo fijamente clavado en la amarilla vacuidad de la nada, terriblemente triste y abandonado a la desesperanza de una muerte anunciada.
¿Con qué propósito pintó Goya estas escenas? Unos dicen que se trató de una broma pesada del pintor. Otros opinan que fueron producto de una mente alterada por la enfermedad, la soledad y la melancolía. Nosotros compartimos con Ortega y Gasset el convencimiento de que expresan “una insólita pero auténtica y lúcida conciencia trágica de la existencia humana.” Goya sabía de eso. Sus últimos años estuvieron marcados por el aislamiento en que lo sumió su sordera y por la incomprensión de la gente. Amenazado y atacado por sus coterráneos, que lo tildaban de loco, se vio obligado a dejar España, muriendo en Burdeos, Francia, a los 82 años de edad., sin que la paz le alcanzara en la tumba Cuando años después sus restos fueron exhumados se descubrió que su cabeza había sido robada.

PERFUME DE MUJER

El crimen del padre Amaro
Eça de Queirós

Amaro se volvía hacia ella como hacia un refugio, le rezaba la Salve; pero, al contemplar la litografía, olvidaba la santidad de la Virgen, sólo veía ante sí a una hermosa muchacha rubia; la amaba, suspiraba, al desnudarse la miraba de reojo lúbricamente; y su curiosidad hasta se atrevía a levantar los castos pliegues de la túnica azul de la imagen y suponer formas, redondeces, la carne blanca.

Primera Feria del Libro Jaujino

Marx Espinoza Soriano

Es un duro e imprescindible aprendizaje llamar a las cosas por su nombre: “No existe gestión cultural en Jauja”, las autoridades locales y regionales son incapaces de plantear y mucho menos desarrollar políticas que promuevan, en diversas dimensiones, la esencia cultural de la Primera Capital del Perú, “cuna de intelectuales”, más aún en el marco de sus 477 años de Fundación Española.
Pero no todo es penumbra, la luz de las palabras se abre con el manantial incontenible de férreas voluntades, con los objetivos de difundir la producción intelectual de escritores jaujinos y de quienes han escrito sobre Jauja, además de estimular el hábito lector y lograr el acercamiento entre autores y lectores. La Sociedad Unión Artesanos, en coordinación con el Centro de Estudios Histórico-Sociales “Julio Espejo Núñez”, organizan la Primera Feria del Libro Jaujino, a realizarse los días 18, 19 y 20 de abril, en el local de la Sociedad Unión Artesanos (Jr. Junín 1006 – Jauja).
El evento comprende la presentación, exposición y venta de la más variada y reciente producción literaria de autores jaujinos, la participación especial del Gremio Nacional de Escritores del Perú en homenaje al Amauta José María Arguedas, ponencias, mesas redondas, videoforos, talleres con certificación oficial, recitales de poesía y música, cuenta cuentos, testimonios de autores emblemáticos, entre otras actividades.
El ingreso a la feria será libre y la convocatoria de autores continúa abierta, en pro de forjar una patria con esperanza y hacer del libro un instrumento para construir un mundo mejor.