sábado, 9 de abril de 2011

Solo 4 “360” del 09 de abril de 2011

LA CITA

“El hombre más buscado en Latinoamérica subió en el auto verde y allí se fue, abrazado a su maletín y temiendo todavía por su vida. No sabía que recién en ese momento había dejado de correr peligro.”

Carlos Paredes, La caída del héroe

I Concurso Nacional de Microcuento

El Suplemento Cultural “Solo 4”, en coordinación con el comité organizador de la III Feria del Libro Zona Huancayo, con la finalidad de alentar la creatividad y difundir este género literario en la Región Junín y en el resto del país, convocan al I Concurso Nacional de Microcuento, teniendo como fecha límite de recepción de trabajos, el 1 de junio. Este certamen contará con un grupo de selectos especialistas en este género, y será premiado en el marco de la FELIZH 2011. Las bases generales las pueden encontrar en el blog y perfil en Facebook de “Solo 4”.

Chipsa, heroína indomable

José Oregón Morales y “La casita del cedrón”

Joel Carrillo de la Cruz

De la mano del impecable trabajo de Thormus Ediciones, el entrañable escritor José Oregón Morales nos vuelve a ofrecer su novela corta La casita del cedrón (2011), que ya va en su cuarta edición.
¿Qué es lo que origina en esta novela su empatía con el lector? Seguramente es esa simplicidad, esa sinceridad, esa naturalidad con que Chipsa, la protagonista, nos cuenta su vida, años antes de convertirse en la reconocida intérprete folclórica Carmela Morales Lazo.
Hay dos partes distinguibles en la novela. Una es cuando Chipsa-niña debe lidiar con el indomable carácter de su padre, el causante de todos sus sufrimientos. El ambiente falto del amor materno (que también es anulado por el padre), origina que los animales se conviertan en sus compañeros y cómplices. Son los únicos que le dan el afecto que le es negado en casa, y llega a una relación filial con ellos. Ejemplos sobran, como cuando Chipsa clama por su vaca: “Mamacita Pillcacha, no te moverás lindita hasta que amanezca”; o cuando sus perros son los únicos que la pueden acompañar y les ruega: “¡No se vayan, padres míos, acompáñenme!”.
Hay gran diferencia entre el trato tosco que recibe del padre: “¡Despierta, carajo! ¡Anda notifica a los peones!” y el cariño de sus animales: “¡Yana, Tahua Ñahui! Me despertaron lamiéndome la cara, jadeando sobre mi pecho”. Otra escena contundente de La casita del cedrón ocurre cuando el padre intenta arrollar a Chipsa montado en el “Gringo Caballo”, y éste la miraba “con sus ojos desorbitados, torcía el cuerpo y hacía caer sus cascos lejos” de ella.
La narración en primera persona no es arbitraria. El hecho de que una niña, pobre y con escasa instrucción, nos relate su vida, le da el carácter picaresco de la novela del siglo XVI. Y hay varios asomos a El Lazarillo de Tormes, la labor de lazarilla de Chipsa con su tío ciego, por ejemplo.
La casita del cedrón es una bonita novela, tierna y muy fácil de leer.


Lo nuevo en esta edición
La cuarta edición de “La casita del cedrón” (Thormus Ediciones, 2011) de José Oregón Morales ofrece un cuidadoso trabajo. A diferencia de las ediciones anteriores, esta vez la novela cuenta con significativas mejoras e importantes cambios en el ámbito narrativo. En esta ocasión se han eliminado numerosas erratas que esta novela arrastraba desde sus primeras ediciones. Por eso su lectura esta vez se siente más fluida, más cómoda.

El buen salvaje

No todo lo que brilla es oro
Sandro Bossio Suárez

Muchas frases que usamos hoy en día han tenido un origen curioso, ingenioso y divertido. Por ejemplo, decir “lágrimas de cocodrilo” significa a llorar en vano y la frase proviene de una función biológica del cocodrilo, que necesita mantener la humedad de sus ojos al salir del agua y, por ello, llora constantemente. Ocurre lo mismo cuando mastica a su presa, puesto que sus glándulas lagrimales y salivales se estimulan mucho con esta acción.
“La manzana de la discordia” data de la mitología griega. En ella, Eris encarnaba la diosa de la discordia y, se dice, que no fue invitada a una fiesta en el Olimpo, pero de todas maneras se presentó en ella. Al ingresar entregó como obsequio una manzana dorada diciendo que era para la diosa más bella. En la reunión estaban Afrodita, Atenea, Hera y Palas, y, cada quien creyéndose la más bella, empezaron a pelear por la manzana que, en efecto, generó una gran discordia.
“Echarse un polvo” tiene ahora una connotación puramente sexual. Equivale a copular o mantener relaciones sexuales generalmente de modo subrepticio. Pero antes no tenía ese significado. La frase nació de la costumbre social de consumir rapé, o sea, polvo de tabaco (también llamado polvo de Sevilla). Como en una época se puso de moda absorber este producto en las fiestas, se implantó la costumbre de habilitar en ellas una habitación especial para “echarse un polvo”, es decir para consumir el rapé. Estas habitaciones se fueron convirtiendo con el tiempo en el refugio perfecto de los amantes ocasionales y, de esa manera, se cambió el sentido de “echarse un polvo”, que pasó, desde entonces, a significar “mantener relaciones sexuales”.
Ser un “cornudo" hoy en día no es tan elogioso como lo fue en los países nórdicos del Medioevo, donde los gobernadores de las comarcas tenían la potestad de escoger entre las mujeres a las que deseaban tenerlas por una noche. Esta era una decisión elogiosa tanto para la mujer como para el marido de ésta. Cuando eso ocurría, la familia “honrada” por la visita del gobernador colgaba los cuernos de un alce en la puerta para anunciar que habían sido privilegiados. Entonces los vecinos felicitaban al marido por “haberle puesto el cuerno”.
La expresión “a ojo de buen cubero” proviene de la habilidad que tenían los fabricantes de cubas (vasijas contenedoras) en la antigüedad, donde estos instrumentos tenían diversas capacidades de acuerdo al “ojo” del fabricante.
“Poner en tela de juicio”, un término sumamente usado en nuestra actualidad, proviene de épocas romanas antiguas, del antiguo Derecho Procesal. En este caso la voz latina “tela” significaba barrera, palestra, lugar cerrado destinado a los debates legales. Este tipo de “tela”, entonces, no tenía que ver con la textilería, sino con los anfiteatros judiciales. Por ello, “poner en tela de juicio” significa, más o menos “poner en debate” algo que merece esclarecerse.
Las ínfulas no siempre fueron sinónimo de vanidad o presunción: en la Antigüedad se llamaban así unos precintos (especie de vendas) de las que colgaban dos cintas que se llamaban “vittae” a cada lado de la cabeza. Estas ínfulas las lucían los nobles como distintivo de su dignidad. Con estas “ínfulas” se adornaban también los altares y los tabernáculos. Así, la persona que llevaba muchas ínfulas demostraba mucho poder y alcurnia, y por ello con el tiempo “llevar ínfulas” pasó a ser sinónimo de ser vanidoso y presumido.
Salvarse por un pelo no significa salvarse a las justas, como creemos, sino salvarse de un peligro grande. La frase se acuñó debido a que, en épocas pretéritas, los marineros eran salvados de los naufragios tirándolos de los cabellos, que siempre los tenían largos, es decir eran salvados “por los pelos”.
“Brillar por su ausencia” viene de los funerales Romanos, donde se mostraban las estatuas de los antepasados para revelar linaje. Cuando Casio y Bruto, los conspiradores que asesinaron a César, fueron condenados, sus efigies fueron retirados de la galería para que “brillaran por su ausencia”.
Durante mucho tiempo hemos dicho “poner las barbas en remojo”, pero hemos estado errados, pues la verdadera frase es “poner las bardas en remojo”. “Barda” significa “techo de hojas secas” y las familias de los pueblos donde sus casas tenían este tipo de techos, previendo los incendios forestales -que eran muchos y asolaban los pueblos- humedecían sus “bardas”, es decir “ponían las bardas en remojo”. Equivale a decir “anteponerse a los hechos”, “antelarse”.

Prospectiva y planificación para liderar el cambio

Gonzalo Betalleluz

La prospectiva es el estudio científico del futuro, para poder comprenderlo y tener la capacidad de influir en él. A diferencia del fatalismo, que asume que el futuro es equivalente a destino y por lo tanto, todo ya está predestinado a suceder inexorablemente, la prospectiva nos indica que el futuro es factible de ser construido, aplicando sobre él, acciones planificadas y sistemáticas, basadas en lo que se conoce como pensamiento estratégico.
En ese sentido, la prospectiva nos permite estudiar y comprender los futuros posibles, con el propósito de tomar decisiones en el presente, que nos ayuden a construir un futuro deseable. Al proceso de tomar decisiones en el presente, para construir un futuro deseable, se le denomina planificación estratégica. Sin embargo, para que sea considerada como tal, la planificación debe realizarse aplicando el pensamiento estratégico, el cual se caracteriza por ser flexible, tener un enfoque de largo plazo, aplicar la anticipación y la creatividad, incentivar la calidad y el mejoramiento continuo, así como el liderazgo compartido y la gestión del potencial humano.
Queda claro entonces que planificamos en el presente, para lograr un futuro mejor; es decir, para lograr cambios. Si el cambio contribuye a mejorar la calidad de vida de la gente, se le llama desarrollo o progreso. Por lo tanto, tenemos que adoptar una actitud frente al cambio y sólo tenemos cuatro opciones: nos resistimos al cambio, nos resignamos al cambio, nos adaptamos al cambio o lideramos el cambio, pero sin perder la perspectiva: mejorar la calidad de vida de la gente, idea fuerza que desde mi punto de vista significa el pleno ejercicio de nuestros derechos.
En la región, ya se viene trabajando la planificación estratégica hace varios años, tanto a nivel institucional como a nivel local y regional. Sin embargo, es necesario hacer un balance de cuánto éxito y fracaso se ha tenido hasta el presente. La experiencia ha demostrado que planificar es importante, pero que siempre será fundamental tener la capacidad de implementar con éxito lo planificado.
Por lo pronto, hay varios aspectos que no se están gestionando con planificación. Un ejemplo evidente es el crecimiento desordenado de la ciudad, sin urbanismo, que en pocos años nos dejará sin extensiones agrícolas y ganaderas en todo el Valle del Mantaro.

José Oregón presentó “La casita del cedrón”

Con el auspicio de “Solo 4”

El reconocido escritor José Oregón Morales presentó su novela “La casita del cedrón” (Thormus Ediciones, 2011), el pasado miércoles en el auditorio del ICPNA Región Centro. A cargo de los comentarios del libro estuvieron el poeta Gerardo Garcíarosales, el pintor Josué Sánchez y el novelista Sandro Bossio Suárez.
“La casita del cedrón” fue finalista en el Concurso Latinoamericano “Mujer, imágenes y testimonios”, en Cuenca, Ecuador; y en la categoría “Cuento” del Premio Horacio, en nuestro país. “La casita del cedrón” cuenta la vida de Chipsa, una niña de un poblado de la serranía cuyo padre, dominador y machista, la empuja a huir de casa. En su camino pasará por muchas adversidades hasta convertirse en la gran cantautora folclórica Carmela Morales. La brillante pluma de José Oregón nos lleva a recorrer, de la mano de su heroína, el mundo andino campesino y urbano de la década de 1940. La emotividad de la novela nos remite al tono de las mejores historias de José María Arguedas.
Debe resaltarse que este libro retrata el contexto machista que aún mantiene sojuzgada a la mujer andina, y que sólo puede resolverse con una actitud decidida y emprendedora de parte de las propias víctimas. Por su contenido, su facilidad de lectura y la empatía que logra con el lector, el libro ha sido especialmente recomendado para su uso en el Plan Lector de los colegios de Junín y Huancavelica.

Microcuento

Esperanza
Álvaro Sánchez Schwartz

Al ver caer la lluvia sobre las flores, María me dijo que todo iría mejor. Hacía más de un año que me habían traído a este hospital y ella me aseguraba que pronto saldría de ahí. En este tiempo, mis ideas habían ido cambiando y ese violento frenesí de delirios, voces y visiones que se apoderaban de mí ser, se habían alejado de mí para poder morir. María me decía que aquella lluvia no podía ser sino un augurio eterno y cierto de que esa etapa de mi vida desaparecería en el olvido. Gracias a sus palabras, la tristeza y la melancolía, aquella huella dolorosa de mi alma, dejaba de ser eterna. Le agradecí conmovido su compañía y sus palabras, y le hice un guiño cómplice a su voz. Apagué las luces, cerré mis ojos y la sombra de María voló hacia el jardín.

EL FOLKLORE QUE YO VÍ

El cuy salvó el matrimonio
Luis Cárdenas Raschio

Por los años 60 me contrataron para tomar unas fotos de un matrimonio en el barrio de Azapampa, perteneciente al distrito de Chilca en Huancayo. Un mes antes de la boda, acompañé a los padres del novio a la pedida la mano, acontecimiento al que llevaron unas doce cajas de cerveza, gallinas listas para la olla, ¬bien peladitas; una docena de cuyes, también peladitos; dos canastas con frutas y panes para los futuros compadres. Una orquesta típica acompañaba al novio y a sus amigos, el futuro suegro quien ya estaba bien picadito dijo: “Bueno pues, así, ya les doy la mano de mi hija, venga un abrazo a mi futuro yerno”, se abrazaron todos los presentes, después de una cena con “hualpachupe” y cuy colorado.
Y por fin llegó el día, un domingo 17 de julio a las nueve de la mañana, todos los invitados acudieron a la Capilla de Chilca, el novio estaba nervioso porque no llegaba la contrayente. El padre Cuadros impacientemente empezó la misa, porque tenía que ir a Sicaya a celebrar otra.
Casi a la mitad de la ceremonia llegó la novia acompañada por sus padrinos y familiares. El padre Cuadros empezó a realizar la boda, pero primero pidió las arras. Ésta es una antigua costumbre hebrea basada en usar 13 monedas, que simbolizan la promesa de cuidar los bienes familiares futuros. Ambos cónyuges las intercambian ante el altar, comprometiéndose a compartir responsabilidades –las monedas de plata eran de nueve décimos¬-, luego el cura procedió a bendecir los aros y continuó con la ceremonia. Al término tomé las fotos de estilo a todos los presentes. A la salida de la iglesia se acercaban los parientes y amigos para abrazar a los novios, dándole un clavel rojo al novio y uno blanco a la novia. Una vez terminados los abrazos y besos, tomamos un carro de la empresa Soria, que fueron los primeros omnibuses Tambo - Azapampa, con el cual llegamos a la fiesta. La puerta de entrada estaba adornada con un arco hecho de eucalipto y de retama, y a los costados llevaba dos tallos de maíz con sus respectivos choclos, en la parte superior de la puerta colgaban dos muñecas, una blanca y otra negra, también colgaban un par de platos blancos enlozados, dos tazas, cubiertos, un pellejo y al medio una “huayunca”.
- La muñeca blanca representa al hijo legítimo, la negra es para que no venga un hijo ajeno. Los platos, tenedores y cucharas, para que no falte con qué comer, la “huayunca”, para que abunde la comida, y el pellejito para que siempre haya amor y abrigo.
La orquesta empezó a tocar el Danubio Azul, pero ni los novios, ni los padrinos sabían bailar. Alguien gritó: “Un Huayno”, y así empezó la jarana. Todos bailaron con los recién casados, los novios se dirigieron a la mesa, especial para los recién casados, y empezó un desfile con todos los invitados para saludarlos y entregarles una caja de cerveza. La pareja les convidaba chicha, mesclada con los pétalos de claveles y, en un ratito, se juntaron más de 50 cajas. La orquesta comenzó a tocar la música de las “once” y al compás de ella apareció la familia de los novios llevando lechones, gallinas, canastas de frutas y panes, todo para los padrinos, quienes, conocedores de las costumbres, habían llevado costalillos para guardar todo lo obsequiado.
Después de un almuerzo suculento en papa a la huancaína, mondongo con abundante carne, y como plato de fondo: arroz, papas y medio cuy colorado, acompañado con chicha de jora, anís y vino. Terminado este pequeño almuerzo empezó “La palpa”. Se formaron dos grupos entre la familia de la novia y la del novio. En primer lugar los padrinos ingresaron llevando una cocina a kerosene y un juego de ollas. Le siguió el padre de la novia, quien les dio una cama de dos plazas con colchón y fresadas; los padres del novio, no se quedaron atrás y en una fuente llevaron un terrón cúbico de tierra acompañado por la escritura de una chacra, todos los asistentes aplaudieron este gesto. Luego los demás asistentes llevaron a los recién casados sus regalos al compás de las dos orquestas. Los nuevos esposos retribuían esto otorgando una o dos cajas de cerveza, de acuerdo al regalo.
Así avanzaba el día y el novio estaba inquieto, algo buscaba en sus bolsillos y no encontraba lo que buscaba, se me acercó y me dijo:

—Tienes que ayudarme a salvar mi matrimonio, de lo contrario esto va a ser una batalla entre todos.
—¿Qué es lo que tengo que hacer?—pregunté.
—Tienes que conseguirme un poco de sangre en una botellita— respondió mientras me daba 20 soles.

Lo primero que hice fue buscar un envase y me acordé que tenía el estuche de la película fotográfica, entonces pregunté entre las tiendas aledañas si había algo parecido a sangre y no hallé nada. Parecía que una de las tías ya sabía del problema y me llevó a su casa, agarramos un cuy macho, le cortamos el cuello y llené el envase que tenía. Así, volvimos a la fiesta recomendándole que no diga nada.
Los padrinos habían tomado la palabra y dijeron: “Ha llegado la hora esperada del Palomay”. Se formaron dos colas a puertas del cuarto nupcial; las damas daban consejos a la novia sobre cómo debía comportarse. Unas decían que no grite, que aguante, que no duele mucho, y los varones al novio le aconsejaban diferentes estilos y formas. Yo tuve que darle mi consejo: “Si puedes haz el salto del tigre”, y en un descuido, de los que seguían a la cola, le di el estuche con la sangre de cuy. Terminados los consejos, entraron los novios al cuarto, el padrino cerró la puerta poniéndole siete candados, y después de media hora empezaron a sacarlos diciendo: “Van uno, van dos”, hasta llegar al último, la orquesta comenzó a tocar un Santiago y las jovencitas cantaban: “Ya no puedes, ya no jalas”, todos esperaban que salga el novio hasta que por fin lo hizo y todos gritaron: “¡viva, todavía podía!”. El recién casado llevaba consigo la sábana blanca manchada de sangre, el cuy salvó el matrimonio.

PERFUME DE MUJER

El Enano
Pär Lagerkvist

Continuaron como antes su repugnante orgía, y su conducta se hizo cada vez más desvergonzada y escandalosa, al punto que yo, obligado como estaba a presenciarlo todo, me sentí lleno de vergüenza y de asco. Se abrazaban y se besaban, con los rostros enrojecidos, groseramente excitados de placer, anhelantes y vulgares. Aquello era indescriptiblemente nauseabundo. Tras una fingida resistencia, las mujeres se quitaron sus ropas dejando al descubierto sus senos desnudos, y la más bella tenía un lunar sobre uno de ellos, no muy grande, pero lo suficiente para que fuera completamente imposible que pasara inadvertido.

POESíA

Plenilunio
Yo canto
En mi noche de luna.
Canto mi esperanza
que me sonríe…como ninguna.

Yo sueño
en su mirada constelada.
Sueño tus ojos, tus labios…
hermosa luz de luna argentada.

Y ruego: ¡Dios Misericordioso!
que ya mi ilusión se desvanece.
Y entonces muero sobre tus blancas
manos, ante el día que amanece.

Daniel Gala