sábado, 12 de marzo de 2011

Solo 4 “356” del 12 de marzo de 2011

LA CITA

Porque ni la inundación, ni la sequía, ni las plagas detuvieron la gloria creciente de la Casa Verde.

Mario Vargas Llosa, La casa verde

La fotografía huanca, próximo especial de “Solo 4”


La fotografía, hoy más que nunca, ocupa un lugar privilegiado en la conservación, el registro, y la transmisión de nuestra historia, de nuestras emociones y, sobretodo, de nuestra forma de ver el mundo. Así, la próxima edición de “Solo 4” estará dedicada exclusivamente a la fotografía de Junín, desde sus inicios con Sebastián Rodríguez, hasta los colectivos más destacados en el presente, y a todos aquellos que creen que capturar imágenes y jugar con la luz es la más extraordinaria expresión de creatividad.

Uno de Los ríos profundos: el Valle del Mantaro

Luis Puente de la Vega Rojas

José María Arguedas, vivió en Huancayo, estudió en el Santa Isabel, se enamoró en Apata, e inició su pasión por la literatura en el Valle del Mantaro. En la siguiente entrevista, el historiador, Simeón Orellana, nos habla sobre Arguedas y su estrecha relación con el Valle del Mantaro, uno de sus ríos profundos.


José María Arguedas estuvo muy ligado, desde pequeño, al Valle del Mantaro. Vivió aquí, y aun después de emigrar, regresaba cada cierto tiempo. ¿Cuándo se inicia su relación con nuestro valle?

La primera vez que Arguedas llega al Valle del Mantaro es porque fue matriculado al colegio Santa Isabel, luego con su amigo Moreno Jimeno recorría toda la zona de Jauja, pero todavía sin ninguna intención de investigación. Posteriormente, a partir de 1952, regresaba, cada tres o cuatro meses, para terminar su tesis sobre las comunidades campesinas. Ahí inicia su recorrido permanente por nuestro valle.

El valle del Mantaro no fue sólo una inspiración literaria para Arguedas, sino también parte importante en su labor como investigador. ¿Cuáles eran sus mayores temas de interés?

El mayor tema de interés era el desarrollo económico de las comunidades y, ligado a éste, el problema del mestizo. Para Arguedas, esto era importantísimo porque en el mestizo se encontraba el futuro del Perú. Para él, todos los comerciantes, industriales, los artesanos o vendedores y productores agrícolas, en el mercado de Lima, eran mestizos. Entonces, este ser, en especial el xauxa-huanca, era el centro de su investigación y cómo se desarrollaban sus comunidades, teniendo como eje al mestizo.

Y Arguedas, ¿Cómo describe al mestizo huanca?

Lo describe como una persona libre, sin ataduras y sin ese servilismo que hay en otros lugares. Él identifica al mestizo huanca como una persona económicamente autónoma, que tiene sus propios medios como sus tierras y su ganado, que se mantiene solo. Eso le permite preservar sus danzas. Es más, esto le permite difundir su música a Lima y a muchos otros lugares.

Entonces, ¿Cuál era la posición de Arguedas con respecto al folclor?

Él fundó la revista “Folklore” del Instituto Nacional de Cultura, una publicación muy buena que lamentablemente ya no se edita. Para Arguedas, el folclor era la esencia, el espíritu del mundo andino y que convertido en danza, participaba en todas las labores económicas, como cuando se hace un camino, se construye una casa, cuando se ara la tierra; así, para él, todas las danzas están ligadas a las actividades económicas. “La Safacasa”, “La trilla” y más, se hacen con canciones. Con esto, Arguedas decía que el folclore es una poderosa arma para el desarrollo socioeconómico. Él tenía especial cariño a esto, por lo cual, en todas las investigaciones que yo he leído, la danza está vinculada con las cuestiones económicas y sociales.

¿Cree usted que después de Andahuaylas, el Valle del Mantaro fue uno de los lugares de mayor influencia para JMA?

Sí, pues en sus cartas y en sus escritos lo dice así. Arguedas pensaba que el desarrollo de las comunidades del Valle del Mantaro iban a estar muy bien representadas en su tesis, tanto de bachillerato como de doctorado. Aquí es donde él se da cuenta que, con el estudio del desarrollo socioeconómico del Valle del Mantaro, se haría profesional y lo marcaría para toda su vida.

Es así, que Arguedas pasó aquí muy buena parte de su existencia. Por lo mismo es inevitable trastocar su supuesta paternidad. ¿Cree usted que él tuvo una hija en Apata?

No, por cuestiones muy especiales, el trabajo me permitió conocer a Sybila Arredondo, la viuda de Arguedas, a Augusto García Cuadrado, familiar y amigo de Vilma Ponce en Apata, luego a Sergio Quijada Jara, que intervino en el proceso que sufrió Arguedas por esto. Es decir, que conocer a todas estas personas me ha formado una idea concreta que concluye en que Arguedas no podía tener hijos. Ahora esto se puede dilucidar con las pruebas de ADN, para salir de cualquier duda.

Existen muchas cartas en las que JMA habla sobre esto. ¿Hay alguna carta en la que él afirme su paternidad o es una mera especulación?

Él se sentía un padre, porque lo creía y probablemente esas cartas reflejan su creencia. Pero a mí me hace sospechar de por qué a partir de 1956, cuando se entera de muchas cosas, rompe definitiva y abruptamente toda relación con Vilma Ponce, después de haber escrito cartas tan amorosas y apasionadas como padre y como esposo. Tuvo que haber pasado algo tan fuerte que él ya casi no volvía al valle del Mantaro. Además de todo, esas cartas reflejan, para mí que las he revisado, su afán por ser padre, y de repente sabía que no podría serlo. Lo vuelvo a decir, esas cartas merecen ser analizadas muy cuidadosamente para poder entender qué pasó después de 1956, cuando no hubo ni una carta más.

Para terminar, ¿Cuál piensa usted, que en este centenario de su nacimiento, sería el mejor reconocimiento a su inmortalidad?

Bueno, habrían tantas cosas, pero me agradaría que el colegio Santa Isabel hiciera algo especial, ¿Por qué?, porque es en el Valle del Mantaro donde nace su afán de escritor, aquí se forma él con sus artículos en “Antorcha” o en “La voz de Huancayo”. Antes de ellos, no hubo ningún otro escrito de José María Arguedas. Aquí está la raíz de su obra, y eso debe ser algo muy especial para el Santa Isabel, para Huancayo y para todo el Valle del Mantaro.

EL FOLKLORE QUE YO VI


Carnaval Huanca con Rompe olla



Luis Cárdenas Raschio



Cuando llegaba el domingo de carnaval, parecía que el campo se alegraba, porque empezaba a florecer la papa y esperaba a ser re cultivada. El campesino decía: “Ha llegado el día de realizar el “acshu tatay””.

Tuve como vecino a un distinguido señor llamado Néstor Herrera, quien tenía una extensa chacra sembrada de maíz y de papa. El día domingo de carnaval, a las cinco de la mañana, empezaban a llegar los campesinos de toda edad, trayendo consigo sus azadones, picotas y otras herramientas, para realizar el “acshu tatay”. Después de un suculento desayuno, y al guapido de un “huanca walarsh”, empezaban a trabajar al compás de una pequeña orquesta compuesta por un arpa, un violín y un clarinete. Una “wambla” acompañaba cantando y tocando su tinya. De rato en rato, alguien guapeaba y otro le respondía; la chicha y el aguardiente empezaban a hacer efecto. Terminando el medio día, después de almorzar, a cada persona se le entregaban seis paquetes de serpentinas, un poco de talco, una bolsita de pica pica y un chisguete. Alegres, bailando su Huaylarsh, se dirigían a Alata a seguir bailando y compitiendo con otros grupos.

El Miércoles de Ceniza empezaba con la llegada de los amigos e invitados de don Néstor Herrera, a partir de las nueve de la mañana. Toda la noche se había cocinado el mondongo y conforme llegaban tomaban su desayuno con un suculento plato de este potaje. Todos los invitados traían sacos de cerveza, vino y anisado.

Los especialistas calentaban los hornos para la pachamanca. Las esposas de los invitados también se contagiaban de los quehaceres y todos ayudaban. Después del almuerzo las damas se vestían de “cotunchas”. Por su parte, los varones con su chaleco color vicuña, primorosamente bordados, y al compás de una mulisa, empezaban a bailar y a jugar con el talco, la serpentina y el chisguete. Así, con la música del Carnaval huanca se comenzaba a romper la olla y el contenido de ésta solo podía recogerse por los hijos de los invitados; se rompían por lo menos unas ocho ollas llenas de caramelos y monedas de plata, las cuales daban el padrinazgo para el próximo año.

El huanca nunca realizó “Cortamonte”, solamente “Rompe olla”, que tiene el mismo fin de nombrar padrino. Cuidemos nuestros árboles.

Este es el folklore que yo vi.

Perfume de mujer


La montaña del alma


Gao Xingjian



Ves un enredijo en la blanca y fina carne apretada por el elástico de la braga. Pegas a él tu rostro y besas su tierno pubis. Ella aprieta tu mano:


—No seas tan impaciente.


—¿Te desvistes tú sola?


—Sí, ¿no es más excitante?


Ella se saca la blusa por encima de la cabeza, que agita por costumbre, pues ya no es necesario con sus cabellos cortos. Se mantiene de pie delante de ti, en medio de sus ropas desparramadas, desnuda, con su mata de vello, tan negra como sus cabellos, que brilla con un vivo resplandor.

Cormac McCarthy: “La carretera”

Las cenizas y la desesperanza

Juan Carlos Suárez Revollar

En “La carretera” Cormac McCarthy desempeña el frío papel de narrador de una historia, de por sí, desesperanzadora. El mundo posapocalíptico de la novela se nos muestra gélido, gris, cubierto de cenizas. Los pocos supervivientes vagan desperdigados sin rumbo en busca de los últimos restos de alimentos. Los dos protagonistas, un padre y su hijo, cuyos nombres, intencionalmente, jamás nos son revelados —pues en esta tierra de nadie ya no importan—, se asumen a sí mismos como emisarios del bien porque todavía no matan ni se comen a los otros, y a decir del niño, por ser los “portadores del fuego”.

En apariencia pocas cosas ocurren en “La carretera”. Pero los encuentros inesperados con las hordas de caníbales en que se han convertido las gentes, los incidentes que hacen peligrar la vida de los protagonistas, o los fortuitos hallazgos de objetos de la otrora civilización son prueba de la mucha acción que hay. La inminencia de la muerte es permanente, y es por eso el eje de la historia. La carretera, solitaria e inevitable, es testigo impasible de ese viaje a la nada que han emprendido padre e hijo.

La prosa es sencilla, directa, sin ornamentos, excesos de adjetivación ni juegos de palabras. Es bastante más expositiva que narrativa. El papel del narrador se limita a mostrar lo que sucede con sus dos personajes, sin opinar o interferir con la historia. Se usa el punto de vista del padre, y salvo en unos pocos fragmentos, el del hijo (esto último se siente como un defecto); y en una única secuencia se narra en primera persona, en forma de monólogo interior. El remoto pasado antes del desastre aparece, a través de los breves raccontos, como algo ya lejano, inalcanzable. Sólo queda el presente, del cual son ambos resignados protagonistas.

“La carretera” es una historia del espanto y el horror en un futuro posible, y estamos seguros, una de las grandes novelas del siglo XXI.



Cormac McCarthy

Nacido en Rhode Island en 1933, es uno de los narradores más prestigiosos de la actual Norteamérica. Es autor de las novelas “Meridiano de sangre” (1985), “Todos los hermosos caballos” (1992), “No es lugar para viejos” (2005), entre otras. “La carretera” (2006) le mereció el Premio Pulitzer.

Microcuento

Kafka día a día

Marco Tulio Capica

Como tantos hombres, Gregorio Samsa despertó en medio de su vida. Como todos, hecho un insecto.

La música en José María Arguedas



Pío Altamirano M.




Arguedas fue un gran cantador. En toda su obra, encontramos el cariño y la pasión por la música andina. En las grabaciones caseras que podemos escuchar, reproduce el canto del campesino, con sus inflexiones y giros particulares, pero sobre todo, esa poesía intensa que habla del amor y el respeto por la naturaleza, el trabajo comunitario, el amor de pareja, el dolor por el exilio, la nostalgia por el terruño y, también, la incomparable picardía e ironía quechua.


Para Arguedas, la música era parte natural del ser inmerso en su medio, la naturaleza, el amor, sus relaciones en el trabajo, en la comunidad. Por ello, reclamaba su autenticidad entendida como formas musicales y signos comunicantes correspondientes a una realidad concreta y en curso histórico.


La gran labor de Arguedas, ya en Lima, fue la de recuperar el alma de sus paisanos, hacerlos orgullosos de su cultura en medio del desprecio capitalino por todo lo “serrano”. Es así que frecuentaba a sus amigos como al violinista de “Ishua”, don Máximo Damián y conversaba con todos los exponentes del canto andino que solían presentarse en el entonces Coliseo Nacional.


Por gestión directa, don Jacinto Palacios “El trovador andino”, grabó el primer disco de música autóctona, e hizo que el Teatro Municipal y el Manuel Segura, abrieran sus puertas al folclor andino.


Es en su libro “Los ríos profundos” que describe y siente, con inconmensurable profundidad, el huayno quechua. El joven Ernesto, visita a hurtadillas las chicherías y devela la maestría de los ejecutantes del arpa andina y el violín, y siente como “un surtidor de fuego” a los arpegios y acordes que brotan del arpa.


Luego, explica la real dinámica del huayno quechua: “…con una música de esas, podría el hombre llorar hasta consumirse, hasta desaparecer, pero podría igualmente luchar contra una legión de cóndores y leones, o contra los monstruos que habitan en el fondo de los lagos de las alturas y en las faldas llenas de sombras de las montañas”.

Y al despedirse: “He sido feliz en mis llantos y lanzazos porque fueron por el Perú; he sido feliz con mis insuficiencias porque sentía el Perú en quechua y castellano, en la voz del charango y la quena lo oiré todo…”.