martes, 27 de diciembre de 2011

COLUMNA: DESDE EL ATELIER

Guernica

Josué Sánchez

El 26 de abril de 1937, pasado el medio día, Guernica, la antigua capital del País Vasco, agonizaba a consecuencia de tres horas de bombardeo continuo de la aviación alemana al servicio de Franco.
La Guerra Civil entre la España fascista de Francisco Franco y la España republicana fue un acontecimiento infausto en la historia de la Península. No sólo constituyó el preludio de la Segunda Guerra Mundial, sino, además, a partir de la victoria franquista, el inicio de una de las dictaduras más largas, personalistas y férreas de todos los tiempos. Treinta y seis años gobernó Franco. Treinta seis años de imperio del fascismo. Los camisas negras impusieron su doctrina de sangre y muerte desde el mismo aciago día de octubre de 1936, en que nombraron “Generalísimo” a Franco.
Cuando los fascistas españoles, con la ayuda del nacionalsocialismo alemán, bombardearon Guernica, los “Junkers” y los “Heinkels” continuaron sobrevolando la ciudad en llamas, rozando casi los tejados, hasta que de Guernica no quedó más que un mar de sangre en medio del dolor y los gemidos de los pocos sobrevivientes.
Los testimonios de la matanza fueron verdaderamente desgarradores. «En la iglesia de San Juan estaban orando cientos de personas cuando cayeron allí las primeras bombas. Las mujeres y los niños echaron a correr presa de pánico, pero los ametrallaban desde el aire, la gente caía como caen las mieses segadas por la hoz», contó a los diarios un testigo presencial. Lo aterrador de la experiencia queda graficado en el siguiente testimonio: «El pequeño parque estaba lleno de ancianos que se calentaban al sol, de parejas de enamorados y de madres que paseaban con sus niños. La explosión me dejó aturdido, cuando abrí los ojos vi que yacían en la tierra informes pedazos de carne, brazos, piernas, cadáveres mutilados».
Ante la atrocidad de la guerra y la brutalidad del franquismo, España se desgarró. Más de ciento cuarenta mil españoles murieron durante el conflicto, alrededor de trescientos mil se convirtieron en presos políticos, cerca de sesenta mil fueron ejecutados y otros trescientos mil cruzaron la frontera buscando refugio.
Desde el exilio, Pablo Picasso haría sentir todo su odio y su horror frente a la guerra, al pintar un cuadro que se convertiría en símbolo de la protesta mundial contra la violencia franquista. «En mi “Guernica” lo verán todo esos monstruos, esos militaristas que han sumido a mi España en un mar de sufrimientos y de muerte», prometió el artista entonces y lo logró.
“Guernica”, un lienzo de 7.80 m. de largo por 3.50 m. de alto, es una protesta contra la muerte, un monumento contra el horror de la guerra; donde las figuras, totalmente deformadas, de las mujeres, el jinete y el caballo, se han tornado en un grito de espanto. Sólo una luz, que representa el bien indestructible, alumbra la escena; brota de la lámpara llevada por la mujer que se asoma por la ventana para ver la barbarie. Los rostros vueltos hacia el cielo gritan como acusando a los viles mensajeros de la muerte, que llegan desde arriba. Allí están la madre y el niño, la mujer cayendo de la ventana, el caballo herido y el jinete caído. El toro que representa a España está cabizbajo y entristecido. Sólo el ojo de Dios se mantiene abierto justiciero; en lugar de iris, una bombilla de luz. El blanco y el negro grafican la muerte y expresan el estado de ánimo del artista. Es el mismo sentimiento depresivo y airado de Vallejo diciendo: «España, aparta de mí este cáliz».
De 1939 a 1981, el “Guernica” estuvo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, luego, a la muerte de Franco, y en cumplimiento al deseo de Picasso, fue llevado al Casón del Buen Retiro del Museo del Prado. Hoy, inexplicablemente, se encuentra en el Museo Reina Sofía, sin que se le de el valor que se merece. Pese a ello, tal como lo quiso Picasso, sigue confrontando al espectador y contribuyendo de ese modo a la causa de la paz.

«En mi “Guernica” lo verán todo esos monstruos, esos militaristas que han sumido a mi España en un mar de sufrimientos y de muerte», prometió el artista entonces y lo logró.


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