domingo, 31 de julio de 2011

Teresa Izquierdo, la madre de la cocina peruana

Luis Puente de la Vega

Teresa Izquierdo aprendió a cocinar cuando aún era niña. Su madre, una cocinera de Cañete, la crió entre ollas y sartenes, entre los vapores y aromas de la comida, cultivando en ella, poco a poco, la sazón que desde muchas generaciones atrás había heredado.
Con tan sólo ocho años se ganó el digno título de cocinera: hizo el almuerzo para una familia entera. Reemplazó a su madre enferma y fue a trabajar a la cocina de una familia acomodada limeña. Presentó un perfecto asado con ensalada, lentejas y sopa, de postre: pie de limón. Su destino se fue fraguando entre hornos y calderas. Con mucho esfuerzo y trabajo, salió adelante, siempre de la mano de su madre. A los 10 años, preparó su primer Ají de Gallina; a los 14, la primera Carapulcra. Desde pequeña, demostró un gran talento para la cocina criolla tradicional, encandilando a todos aquellos que probaban sus artes culinarias.
Como nuestras madres y abuelas, Teresa aprendió a cocinar —y encantar— por su progenitora: Luz Divina Maximina, sin embargo, ella no quería que su hija se quedara en las estufas, así que la mandó a estudiar Obstetricia, aunque no tardó mucho en darse cuenta que no era lo suyo: “Cuando vi a un niño nacer, me desmayé”, contó en una ocasión.
A inicios de 1960, empezó a vender Picarones, Anticuchos y Cau Cau en las peleas de gallos de Camacho. Su plato bandera, los Frejoles con Seco, los ofrecía en la Feria Agropecuaria de La Molina. Teresa hizo de su sazón un negocio propio antes de inaugurar su restaurante.
Sus manos morenas hicieron de la comida criolla la favorita de todos sus comensales quienes, al principio, eran obreros que trabajaban en una construcción cercana y, más tarde, empresarios, artistas y presidentes. Más de 30 años, se sentaron en las mesas de su restaurante “El Rincón Que No Conoces”, abierto en 1978, en Lince, donde nació (10 de marzo de 1934), se enamoró y vivió los 77 años de su conspicua existencia.
“Hagan las cosas siempre con amor”, respondía cuando le pedían un consejo culinario. Renovó tradiciones y convirtió sus recetas en irresistibles tentaciones. Ha sido parte indispensable en concursos de comida y antologías gastronómicas. Fue reconocida por el gobierno de nuestro país y es considerada, por los más importantes chefs peruanos, como la madre y maestra de la comida peruana. Nunca perdió la humildad, a pesar de ser la piedra angular del “boom” de la gastronomía nacional, y logró lo que ningún escritor, ni futbolista, podrá hacer: satisfacer con felicidad a miles de estómagos peruanos. Como una de esas tantas ironías del destino, la mayor cocinera peruana, falleció el pasado miércoles, 27 de julio, justo antes de la conmemoración de nuestra independencia, a consecuencia de una obstrucción intestinal, como si la providencia se cobrará todos los platos servidos.
Nunca perdió la humildad, a pesar de ser la piedra angular del “boom” de nuestra gastronomía, y logró lo que ningún escritor, ni futbolista, podrá hacer: satisfacer con felicidad a miles de estómagos peruanos.


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