lunes, 21 de febrero de 2011

Un poeta argentino en Huancayo

Nicolas Matayoshi


El poeta argentino Oscar Hermes Villordo es uno de los poetas contemporáneos que ha dejado huella importante en la literatura argentina. Dicen que era solidario, inteligente, un escritor de fuste metido a periodista. Era un agudo crítico y sus notas y ensayos pueden encontrarse en el suplemento literario y en el ambiente progresista del diario 'La Nación'.
Por sus dotes especiales como escritor, fue premiado con la Faja de Honor de la SADE (Sociedad Argentina de Autores), la Pluma de Plata del Pen Club Internacional, el Premio Municipal de Literatura y una beca Fullbright.
Reconocido activista a favor de los derechos homosexuales, su producción literaria está relacionada con el homoerotismo, representada por tres de sus obras, las novelas: “La brasa en la mano” (1983), “La otra mejilla” (1986) y “El ahijado” (1990), las cuales constituyen una verdadera trilogía de la visibilidad homoerótica, a través de la vida y las costumbres de los personajes, varones homosexuales porteños, de las décadas del cincuenta al ochenta del siglo XX.
La homosexualidad de Villordo no era un secreto a voces, como en el caso de otros famosos. Había tenido problemas con la censura en la década del sesenta y en 1976, año del golpe militar que dio comienzo a la dictadura que gobernó Argentina hasta 1983; marchó al exilio donde desarrolló una exitosa carrera.
Villordo no daba muestras de afeminamiento; su voz fue la voz de un poeta ciudadano, sus descripciones no eran amaneradas, aunque la mayoría de las veces eran, francamente, transgresoras por el lenguaje empleado para narrar los encuentros sexuales de sus protagonistas; por entonces, la visibilidad homosexual en Argentina, estuvo como desde los tiempos coloniales, en un cono de sombra, ligada a la enfermedad y a la delincuencia, visión sólo superada a finales del siglo XX.
El mérito de Villordo fue hacer pública su orientación sexual en un momento donde “salir del closet” aún no se había puesto de moda, ni en Europa, ni en los Estados Unidos. En esos tiempos, arriesgando su propia vida, Villordo denunció la persecución y los asesinatos de homosexuales durante la dictadura militar en “La otra mejilla”. Como señala el crítico Leopolde Brizuela, la novela narra los crímenes de la policía contra los homosexuales.

Sufrió mucho por la discriminación de la que fue objeto por su opción sexual, poco antes de morir a causa del SIDA, declaró públicamente que había contraído la enfermedad, lo divulgó con coraje en las páginas del matutino “La Nación”, fundado por Bartolomé Mitre. Allí admitió su condición y preferencia sexual y reflexionó sobre el dolor provocado por la discriminación y el prejuicio de una sociedad tan filistea como estúpida.
Este poeta estuvo en Huancayo en un viaje de retorno a su patria en los años cincuenta, entonces conoció el famoso restaurante “Olímpico” que quedaba en una antigua casona, ubicada en lo que ahora es la Plaza Constitución y, allí, fue impresionado por la inmensa humanidad de su propietario, el legendario Juanito Garay a quien le dedica el poema: “En Huancayo, Perú”

En Huancayo, Perú

En Huancayo, Perú, hay una casa.
Y en la casa hay un hombre.
No sé las señas ni sé el nombre
de la casa y el hombre.
Apenas visto, apenas entrevista,
les diré lo que pasa.
En Huancayo, Perú, perdónenme que insista.
Me dijeron, y es cierto,
que en la casa, un viejo restaurant,
cuando se queda el comedor desierto,
los niños de Huancayo comen pan.
Todos los niños pobres, los que tienen
hambre y ensayan ya, como un mendigo
hecho de muchas manos,
El gesto del castigo
de ser la humanidad de donde vienen,
de estar entre los hombres, sus hermanos.
Los he visto parados en la calle
ante la puerta misericordiosa.
Para que el hambre no los halle,
se ocultan en la sombra,
se hacen guiños.
Brilla la oscuridad como una rosa.
El hombre dice: "Entra, si puedes".
Y el hambre no se asombra.
El hambre hermoso de los niños
por la maldad de ustedes.
Entonces entran, comen.
Saltan entre las ollas con el salto
del pajarito en él asfalto,
del pajarito solo en la ciudad.
Los que se asomen,
verán la cara de la caridad.
Yo no he visto otra cara.
No sé las señas ni sé el nombre
de la casa y el hombre.
Tampoco el hombre preguntaba
si el hambre es mucho o poco.
Les digo esto para
que dejen sus corteses modos:
el hambre de los niños es la maldad de todos.
Si quieren más, yo estaba ahí, miraba.
Me comía mis lágrimas, la parte que me toca.

MÁS DATOS: Villordo comenzó su carrera literaria con 'Poemas de la calle' publicado en 1953, obra a la que le siguieron 'El bazar' (1966) y 'Consultorio sentimental' (1971).

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