sábado, 5 de febrero de 2011

La aculturación en el discurso de José María Arguedas

Jhonatan L. Salazar Fernández

“No soy un aculturado” fue el título del discurso pronunciado por José María Arguedas en 1958, en Lima, como parte del recibimiento del premio Inca Garcilaso de la Vega. Este discurso presenta diversas connotaciones para su análisis, entre ellas la cultura y política.

Arguedas entendía la cultura de esta manera: “…los muros aislantes de las naciones no son nunca completamente aislantes”. “El cerco podía y debía ser destruido; el caudal de las dos naciones se podía y debía unir. Y el camino no tenía por qué ser, ni era posible que fuera únicamente el que se exigía con imperio de vencedores expoliadores, o sea: que la nación vencida renuncie a su alma… es decir que se aculture”. Adelantaba aportaciones razonables en base a sus estudios y evidencias que recogía de sus experiencias en sus viajes en el Perú y fuera con personas de todos los niveles sociales existentes.
La aculturación en Arguedas puede ser entendida, según los estudios de la Ciencias Sociales, como el choque constante que se da entre lo moderno y lo tradicional en sus diferentes facetas de interrelación social, en un espacio y tiempo determinado. Para los investigadores peruanos esta sería la entrada y salida constante de la modernidad a la tradición y viceversa, o también su combinación para crear culturas hibridas.
Arguedas comprendía que no podía existir una nación que conserve su cultura, tal como se pudo haber manifestado en un inicio. Proyectando su trayecto vivencial entre lo tradicional y la modernidad, sin necesidad de renunciar al primero. Con la popularidad que logra obtener, se convierte en un personaje apreciado por la elite limeña, convocado a diversos eventos por su capacidad de síntesis y entendimiento de la realidad peruana. Pero, por otro lado, se encuentra el Arguedas que evoca sus raíces, que valora los eventos de música y demás que organizan los migrantes en la ciudad, haciéndolos sus mejores amigos. En el entendimiento de Arguedas se puede compartir y vivir en ambos mundos, sin tener la necesidad de alejarse de la identidad inicial. Por el contrario, el ingreso de lo moderno a lo tradicional le sirvió para entender con más precisión nuestra realidad compleja, y ver alternativas ante las adversidades.
Siendo funcionario, sus acciones se enmarcan en revalorar la cultura de los pueblos del interior del país, para enfrentar a la discriminación. Consideraba que la lucha constante de los indios es por su no inferioridad, porque tarde o temprano éste será valorado en un país donde la desvinculación de la gente con la realidad es frecuente.
En la actualidad entendemos que la cultura cambia y se modifica constantemente, por influencia de una nueva injerencia en la escena nacional, o por necesidades de la población de acomodarse a los requerimientos del mercado. Ello, diría Arguedas, no tiene que significar la superioridad de lo nuevo sobre lo antiguo o tradicional, sino que, existe una mutua influencia y libre decisión para aprovechar las bondades de ambos, que se pueden dinamizar en la interrelación social. Por ello dijo: “Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y en quechua”.

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