sábado, 25 de septiembre de 2010

SUPLEMENTO SOLO 4 Nº 332 DEL 25/09/2010

Se inaugura Centro Cultural Fortunato Cárdenas en Tarma
La provincia de Tarma ya tiene un nuevo centro cultural, que fue inaugurado la semana pasada y lleva el nombre de Fortunato Cárdenas, en honor a uno de los grandes nombres de la cultura tarmeña del siglo XX. Esta institución, administrada por la Municipalidad Provincial de Tarma, se ubica en la calle Cuzco, a espaldas del Centro Cívico y frente a la EPS Sierra Central. Cárdenas fue compositor de mulizas y huaynos; y es autor de varios libros, entre los que destaca la novela costumbrista “La llamita de Capia”.



LA CITA:
Me gusta ir a lugares donde hay cines, librerías y periódicos. No se me ocurriría ir a la selva, porque no soy un aventurero.
Fernando Trueba

Presencias inadvertidas, ausencias evidentes

Salas de cine, ayer y hoy

Diana Casas

Una atractiva exposición fotográfica comparativa sobre las salas de cine en Lima en la década de los 50 y en la actualidad es la que se viene realizando en la galería del centro cultural del ICPNA Región Centro. Además de ello, también se pueden apreciar algunas fotografías de los antiguos cines de Huancayo en distintas épocas. A continuación, un recorrido por esta muestra y por la historia del cine en nuestro país.

Nada como el cine para tomar conciencia de que el Perú es un maravilloso espacio donde los sueños pueden hacerse posibles.
Apenas un año y un mes después de la célebre función de los hermanos Lumière en el boulevar Des Capucines en París, el cine arribó al Perú, y antes de que terminara el siglo ya había llegado a los pueblos más alejados de los Andes peruanos llevado por acuciosos empresarios itinerantes. En las dos primeras décadas del siglo XX, se constituyeron las primeras empresas exhibidoras y las primeras productoras, se empezó a filmar documentales y películas de ficción, y el cine ferial cedió el paso a los primeros cines construidos con ese fin. Para 1950, el cine ya era parte establecida de la historia y, para muchos, la “fábrica de sueños” se había convertido en la oportunidad, no sólo de soñar, sino de hacer realidad los sueños. Las salas de cine florecían y, junto con el éxito de los empresarios, crecía el número de cinéfilos y de aquellos cineastas y productores que sentaron las bases para la constitución de la industria nacional del cine, ese cine que hoy obtiene galardones y nos llena de orgullo.
El valor cultural del cine es innegable. Arte en el que se dan cita las otras artes, ha creado ilusiones, fantásticas alegorías, sueños y pesadillas, ha contado historias y ha hecho surgir leyendas, pero también ha caminado de la mano de la historia, ha sido testigo y constructor de ella y se ha entrelazando con todas las actividades humanas, creando ciencia y tecnología, haciendo empresa, convirtiéndose en industria, integrando el paisaje urbano.
Estos múltiples significados del cine es lo que muestra la exposición fotográfica de salas de cine limeñas, que el ICPNA Región Centro realiza actualmente, con la colaboración del Comité Peruano para la Conservación del Patrimonio Industrial (Copecopi) y el Centro de la Imagen de Lima.

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La ciencia y la tecnología, aplicadas a la actividad industrial,
son también parte del legado histórico del hombre.
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Titulada “Presencias inadvertidas/Ausencias evidentes. Salas de cine limeñas, 50 años después”, la exposición es un viaje al pasado para descubrir en él parte de la historia del cine peruano. Las salas de cine han sido siempre espacios constructiva y emotivamente fascinantes. De un diseño arquitectónico por lo general hermoso, cómodos y adaptados a cada época, acudir a ellos ha sido siempre un acto amable, rodeado de la misma magia que el cine proyecta en la pantalla; ese misterio que fluye del sumergirse en el espacio oscuro y poblado, pero a la vez, solitario, donde es posible alejarse de todo, soñar y vivir otras vidas y situaciones, para luego, en un estado casi virtuoso, regresar o casa o ir a un café a continuar soñando.
La exposición muestra todo esto, pero, además, el modo cómo han cambiado esos espacios. Es una muestra comparativa entre el ayer y el hoy que nos plantea el reto de volver a soñar juntos y hacer realidad el sueño de que los peruanos demos a nuestro patrimonio cultural la atención que se merece y aprendamos a conservarlo.
El patrimonio cultural no es un concepto restringido al arte, la arqueología, la música, la gastronomía o el folklore; la ciencia y la tecnología, aplicadas a la actividad industrial, son también parte del legado histórico del hombre, constituyen nuestro patrimonio industrial y sus expresiones: edificios, fábricas, puentes, caminos, centrales energéticas, etc. tienen un inmenso valor histórico, tecnológico, social, arquitectónico y científico.
Sin duda, vale la pena ver esta exposición sustentada en el archivo fotográfico de Antar Giacomotti, el trabajo de los fotógrafos Gladys Alvarado, Eduardo Hirose y Ricardo Yui y la curaduría del arquitecto Víctor Mejía; y complementada con fotografías de cines de Huancayo, de los archivos de Eduardo Mubarak Saba, Sandro Bossio Suárez, David García Puente y Josué Sánchez Cerrón.

Crónica sobre Silvio Rodríguez

Presencia de Silvio, el unicornio

Sandro Bossio Suárez
Silvio Rodríguez es un hombre popular, amado por su gente, pese a que no es el mejor de los anfitriones. Talentosos músicos y cantantes —como León Gieco, Fito Páez, Juanes— se muestran cordiales y derrochan sencillez, mientras que Silvio hace lo contrario: desplanta, hace esperar a los periodistas, no permite que le fotografíen. Pero sigue siendo un hombre amado.

Llego con Beatriz y Catalina al concierto de Silvio en la Plaza de las Luces (antigua Plaza Cisneros) de Medellín y mostramos nuestras manillas que nos dan acceso a la zona VIP. Nos sentamos en la segunda fila (yo al lado de una fotógrafa del Miami Herald que tiene una cámara que parece un telescopio) mientras los teloneros se desgañitan en la escena. Cuando termina de cantar Jorge Drexler, finalmente, anuncian a Silvio. Los músicos se instalan detrás de sus instrumentos (guitarras, timbales, batería) y la luz cerúlea, humosa, se extiende en el escenario. Entonces aparece Silvio, el divo, se sienta, acuna la guitarra y empieza a cantar “Yo te quiero libre”.
Un mar de voces se eleva en una gigantesca oleada y los aplausos se baten sobre los graderíos. Los fotógrafos y reporteros gráficos (yo con mi camarita de 3 megapixels) intentamos acercarnos a las vallas, pero llegan los cancerberos del concierto y con sus anchas espaldas y sus chalecos verdes nos vedan: “Están prohibidas las fotos”. Todavía pugnamos, pero los cancerberos se ponen más tercos, accionan, casi empujan y alguien dice: “Si siguen tomando fotos, Silvio deja de tocar”. Como si se hubiera soltado la palabra mágica, todos retroceden, algunos guardan sus cámaras, otros las mantienen ocultas pero se resignan.
Catalina me toma de la mano y me dice: “Este Silvio es una actriz”. Recuerdo entonces, a fragmentos, las respuestas de la actriz (es decir, de Silvio) del día anterior en la conferencia de prensa del Museo de Medellín (en la Plaza Botero), porque no ha quedado nada escrito: también estaba prohibido tomar apuntes y grabar. “Comencé a escribir canciones en 1964, en el campamento militar de Managua, unas canciones vivenciales porque acababa de regresar de mi segundo periplo por Angola. Ese año también viajé por primera vez a España. Siempre había vivido pensando en el futuro. Y creo que el crisol que cristalizó lo que era el joven cantar de entonces, fue la Revolución Cubana”, dijo en otras palabras. Un periodista moreno le preguntó, en seguida, cómo fue que se hizo famoso con las canciones sobre el mar que escribió cuando era joven (seguro se refiere a “Canciones del mar”) y Silvio, sin modestia, le respondió que aún sin esas canciones él ya era bastante famoso. Sin embargo, aceptó que eso le dio la oportunidad de entregarse en cuerpo y alma a algo que le gustaba y que no consideraba un trabajo sino un placer: inventar canciones.
Allá, en medio del escenario, Silvio sigue cantando su trova, su poesía, su política, envuelto en luces azules. Unos fantasmas índigos llegan a él en crespas ondulaciones. No les da importancia. Sus manos se mueven, rasgan la guitarra, su cabeza cubierta con una gorrita se menea apenas y, aún a la distancia, se le notan sus orejas grandes a contraluz. Ahora canta “Yolanda”.
Sigo evocando: “¿Y cómo define Silvio Rodríguez al Movimiento de la Nueva Trova?”. “El Movimiento de la Nueva Trova (MNT) es la organización que se creó en diciembre de 1972. Para entonces ya teníamos una coincidencia anímica entre los jóvenes trovadores, es decir ya había una generación cantante. Muchas de esas canciones forman parte del cancionero popular. Ninguna ha ganado un Grammy y posiblemente no lo hagan, pero eso no importa porque ya la gente ha decidido premiarlas que es lo más importante”.
Como todo intérprete (porque aunque defensor de la revolución y del socialismo, Silvio es también un cantante que debe ganarse a su público con estrategias de los del Woodstock), termina de cantar y se retira a la espera de que el gentío empiece a corear: “otra, otra, otra”. Y cuando ocurre, retorna, guitarra en mano, más orejudo que nunca, seguramente con el pecho lleno de la suficiencia que te dan los aplausos por más revolucionario y socialista que seas. Su última canción es, claro, “El unicornio”. La gente grita, las chicas se desvanecen, Catalina aprisiona mi mano con más fuerza. “Es una actriz, pero canta como nadie”, me susurra.
El día anterior Silvio Rodríguez ha confesado que “el término canción de protesta comenzó a usarse a partir de los 60 a raíz de la guerra de Vietnam y llegó a Cuba en 1967, a la Casa de las Américas, donde había una reunión internacional de cantores de diferentes países. A partir de entonces la canción de protesta fue mi bandera. He defendido mi revolución, la sigo defendiendo, pero creo que ha envejecido. Creo que Cuba debe suprimir la ‘erre’ de ’revolución’ y pasar ahora a la ‘evolución’, debemos revitalizarnos”.
“Como nadie”, le respondo a Catalina. Vendría una noche inolvidable en el jacuzzi.

El libro que cambió mi vida: “El lobo estepario”, Hermann Hesse

Teatro mágico, sólo para locos

Lucía Baquerizo Sedano
A los 16 años, reconocí mejor la doble naturaleza que había sospechado tener desde que la razón poseyó mi cabeza. El crédito es de un libro que, sobre mi mano sudorosa, empezó a embrujarme y a llevarme por el más fascinante de todos los mundos, un mundo oculto que está debajo de la ropa, de las cosas y de las palabras, en el que el tiempo no existe y uno encuentra placer y respuestas sin esfuerzo. No sé bien si para descubrir ese nuevo mundo existen leyes de causalidad que pueden entenderse como el destino, o si, más bien, sólo se dan meras casualidades. Empezar a leer, en mi caso, derivó de la sugerencia imperativa de un profesor de literatura al terminar una conversación extraña: “Lobo estepario, Hesse, Lobo estepario, ese libro es para ti”. Cuando después de renunciar al trabajo y dejar mis estudios de Arquitectura, leí la última página de ese libro, supe que no se equivocaba, y que pueden darse conexiones sublimes entre dos personas.
“El lobo estepario” narra una historia genial y terrible que cambia de sentidos y direcciones. Los días no transcurren del modo en que solían hacerlo desde que se conoce a Harry Haller, aquel hombre que en el fondo de su corazón sabía que no era realmente un ser humano, sino un lobo de estepa, solitario y torpe socialmente por naturaleza, como lo somos muchos, casi siempre sin quererlo.
Los griegos crearon a Kayros, el momento justo, existencial, de “insight”. Los libros son hijos de ese dios, vienen en un instante fugitivo que hay que atrapar sin pensar mucho para sentir su esencia. Harry Haller sabía, como yo, que “estaban en mi bolsillo todas las cien mil figuras del juego de la vida. Presentía su significación; tenía el propósito de empezar otra vez el juego, de volver a gustar sus tormentos, de estremecerme de nuevo y recorrer una y muchas veces más el infierno de mi interior”. Iniciaría la tarea de encontrarse y darle el papel exacto a cada personaje, inhalar en ese mundo oculto y exhalar en éste; aprender la risa eterna, entender la ley de las contradicciones, pues ser parte del teatro mágico es sólo para locos. Ojalá que aumenten, que aumentemos, los locos.

Entrevista a Hildebrando Pérez Grande

“Tanto Arguedas como Alarco reafirmaron mi vocación”

Pat Salazar-Caso

Hildebrando Pérez, además de autor del poemario Aguardiente, Forever, es un gran especialista en literatura oral y prehispánica, y docente de literatura en las universidades San Marcos y Antonio Ruiz de Montoya. Desde Lima, concedió una entrevista a “Solo 4”.

Usted vivió parte de su infancia en Orcotuna.
Casi hasta los ocho o nueve años. Todo mi imaginario inicial es andino. Yo descubrí el mundo, los paisajes andinos, los ritos andinos, la sociedad, los mitos, las leyendas en la casa de mi abuela materna. Podría decir, como García Márquez, que “soy hechura de mi abuela”. Todo eso se acabó el día en que mi padre decidió traerme a Lima para ser estudiante, a fines del 48 o 49.

¿Cómo era su relación con José María Arguedas?
En el segundo año de San Marcos, llevé un curso de introducción a la Antropología que dictaba José María. Fui durante dos años alumno suyo. Entonces a Arguedas lo teníamos a nuestro costado, todos los días, conversando, discutiendo, escuchándolo. Y se formó una especie de tribu en Letras. Los más cercanos a él eran los de Puquio, los de Lucanas. Todos ellos hijos de los ayacuchanos de ese entonces, que vivían en pensiones. Y ahí caía Arguedas con su Volkswagen verde, a cantar, a llorar, a contar, a conversar. Hablaba en quechua con ellos, porque todos eran quechuahablantes. Fue una cosa muy linda.

Pero también en San Marcos usted fue muy cercano a la musicóloga Rosa Alarco.
Mira, la verdad que hablar de Rosita Alarco me conmueve, me llena de emoción. Con ella pude entablar una relación, digamos, compleja. Fue como una madre espiritual, como una guía, como una profesora. Fue una amiga, una cómplice, una compañera de sueños. Tantas cosas fue Rosa Alarco. Mucha de mi formación académica, de mi aproximación al universo andino, y a lo que denominamos “cultura popular”, se la debo a las inquietudes que supieron sembrar en mí, tanto José María Arguedas como Rosa Alarco Larrabure.

Entonces a Arguedas lo teníamos a nuestro costado, todos los días, conversando, discutiendo, escuchándolo.

Todas esas vivencias desde su niñez hasta su contacto con Arguedas y Alarco, ¿influyeron en Aguardiente, forever?
Podría decir que tanto Arguedas como Alarco reafirmaron mi vocación que ya se había iniciado años antes. Ese universo, esa concepción del mundo que uno adquiere en sus primeros años, se fortalecieron luego en las cátedras que recibí, en las lecciones de Emilio Choy, en las conversaciones con Lucho Lumbreras, y con mis amigos músicos, cantantes. Creo que Aguardiente, forever no es el producto de una adhesión a una cultura, o a unos valores y principios. Lo que he escrito quiere ser la evidencia de vivencias, de emociones, sensaciones, experiencias que viví y compartí hasta un tiempo determinado. Después vinieron visitas cada vez más esporádicas, más distantes, al área andina y a las comunidades campesinas para participar en sus ritos religiosos, en sus fiestas patronales.

¿Y cómo fue la fundación de la Cátedra de Literatura Oral en San Marcos?
No fue fácil. Porque estaba contra el canon, pues. Ahora es fácil hablar, después de 25 años. Tú sabes que hace 50 años, en todas las universidades del país se enseñaba literatura peruana, y dentro de ella, un capítulo, pequeñito, mezquino, de literatura quechua. Ahora en San Marcos hay dos cursos de literatura quechua, hay seminario de literatura quechua. Pero te hablo del 81, del 82. Yo pedí y recibí el apoyo, es verdad, de algunos profesores, para crear el curso de literaturas orales. Porque esa oralidad desbordaba temáticamente a la propuesta de un curso de literatura quechua. Apenas vi que había éxito, creamos literatura oral I y II, dedicados a la cultura andina específicamente. Creo que mi pequeña contribución a la vida académica en San Marcos ha sido fomentar, auspiciar e impulsar la creación tanto del estudio, de la recopilación y de la difusión de las literaturas oral y prehispánica en el Perú.

Una de las obras, inicialmente recopilada para extirpar las idolatrías, fue Dioses y hombres de Huarochirí. ¿Cuál sería la importancia de ese texto?
Creo que la importancia social de este viejo informe recogido por Francisco de Ávila, y traducido libremente por José María Arguedas, en una edición que felizmente, con el auspicio de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, pude hacer en versión bilingüe, es porque cubre una necesidad: conocer las raíces culturales de nuestros pueblos, para ver con exactitud de dónde venimos; así también los procesos de transculturación, de hibridación, de sincretismos culturales, el peso del aporte de las culturas nativas y de las culturas primigenias de nuestro país. Leer esa literatura creo que nos da luces para poder descubrirnos a nosotros mismos.

¿A qué se refiere con el aguardiente del título de su poemario?
La palabra aguardiente es muy rica. En diversos contextos adquiere resonancias singulares. Pensar en saborear el aguardiente, de lleno te lleva hacia Baco, al mundo de la ilusiones con las bebidas alcohólicas. El aguardiente hasta hace algunos años era la bebida más popular en el mundo andino. El del valle del Mantaro venía desde la ceja de selva, de La Merced, de Satipo. Con esa bebida se abrigaban los campesinos. Soñaban que el mundo podía ser mejor, por decirlo de alguna manera. Era también el acompañante de los ritos sociales, de los ritos religiosos. Una botella de aguardiente la tiene el chamán, el curador o el brujo de la comunidad, con sus cigarrillos nacionales Inca. El aguardiente lo he visto desde muy niño en mi casa. Lo recuerdo ahorita, vívidamente. Yo entiendo que la poesía es como el aguardiente desde esa perspectiva. Calma la sed del sediento, porque es un líquido. Pero es un líquido ardiente: que te entropa, te ilusiona como una utopía, que te anima, que te da fuerzas. Y la poesía cumple esa función social: alentar la vida, alentar la esperanza en un mundo mejor. Por eso escribo poesía.


MÁS DATOS:
Hildebrando Pérez Grande es poeta, editor, periodista y profesor universitario. Ha editado las obras de Javier Heraud, Edgardo Tello y Juan Ojeda, y dirigió algunas revistas literarias. Obtuvo en 1978 el Premio de Poesía “Casa de las Américas”, y es autor de Epístola a Marcos Ana (1963), El sueño inevitable (1963), Aguardiente, Forever (1978) y Sol de Cuba (1979).

Contacte a Pat Salazar Caso en Facebook: http://www.facebook.com/pat.salazarcaso

Perfume de mujer

Ernesto Sábato
Sobre héroes y tumbas


Se echa sobre la hierba, abriendo todo lo que puede sus brazos y sus piernas. La luna le da de pleno sobre su cuerpo desnudo y siente su piel estremecida por la hierba. Así permanece largo tiempo: está como borracha y no tiene ninguna idea precisa en la mente. Siente arder su cuerpo y pasa sus manos a lo largo de sus flancos, sus muslos, su vientre. Al rozarse apenas con las yemas sus pechos siente que toda su piel se eriza y se estremece como la piel de los gatos.

Centro cultural de Tarma


Premian por concurso de logotipo

La docente Nancy Rojas Güere fue la ganadora del Concurso “Identidad Gráfica del Centro Cultural de Tarma” a fin de elegir el logotipo oficial del Centro Cultural Fortunato Cárdenas. Nancy Rojas es además una reconocida declamadora de Tarma, y autora de poesía y narrativa breve, por lo que es una activa participante de la vida cultural de esta provincia. Su diseño, elegido de entre 92 trabajos, muestra una casa típica de la ciudad adornada con faroles y con un balcón. Recibió además la suma de quinientos dólares americanos como parte del premio.

Función continuada: Contracorriente

El fantasma y su amante

Juan Carlos Suárez Revollar

El realizador peruano Javier Fuentes-León rodó en 1997 el cortometraje “Espacios”, que fue muy bien recibido por la crítica nacional. A partir de entonces trabajó principalmente escribiendo y editando para la televisión, y escribiendo sus propios proyectos. “Contracorriente” es su primer largo, por el que obtuvo, entre otros premios, el de la “Audiencia Competencia Internacional Dramática” en el festival de Sundance. Gracias a ello ha recibido la atención necesaria para asegurar su estreno en diversas partes del mundo.
El filme plantea un tópico, si no nuevo en el cine nacional, sí inusual en su forma de abordarlo. La temática tiene como centro la historia de amor entre Miguel (Cristian Mercado), un joven pescador —cuya esposa Mariela (Tatiana Astengo) espera su primer hijo—, y Santiago (Manolo Cardona), pintor y fotógrafo que es rechazado por la comunidad a causa de su homosexualidad manifiesta.
Ahí aparece una de las principales cuestiones del filme: la intolerancia, debidamente acentuada a través de las acciones de aceptación-rechazo por parte del grupo (el machismo y la hipocresía son lo más resaltante), que servirán como agente antagónico de los protagonistas a lo largo de la historia.
Hay dos partes muy marcadas en “Contracorriente”: la primera comprende los encuentros furtivos entre Miguel y Santiago, y la segunda se viene tras la muerte de éste, y su posterior regreso como un ente al que sólo puede ver Miguel (pese a esta situación fantástica, no se pierde credibilidad). Otro aspecto resaltante es el retrato de costumbres del poblado, donde se incluyen con solvencia y pertinencia las tradiciones y creencias (vistas al inicio por Santiago con simpatía, pero también con incredulidad; y más adelante —durante el segundo entierro—, como partícipe directo y, por eso mismo, ya como integrante de la comunidad).
El filme, desde el inicio, mantiene un ritmo sostenido y ascendente. La bella fotografía, aunada a una buena historia que tiene el valor agregado de haber sido bien contada, y a la buena interpretación de los actores, hacen de “Contracorriente” un filme de calidad indiscutible, que hay que procurar no dejar de ver.

CONTRACORRIENTE
Director: Javier Fuentes-León
Duración: 102 minutos
Países y año: Perú, Colombia, Francia y Alemania, 2009


Agenda semanal

Lectura teatralizada con niños
Escolares de primaria de los barrios San Cristóbal y San Fernando de Chilca teatralizarán pasajes y personajes de obras literarias.
En coordinación con el Programa Pirwala Pirwa “Niños del Futuro”.
Hoy, sábado 25, a partir de las 9 am.
Lugar: Casa de la Cultura “Héroes de Azapampa” de Chilca.
INGRESO LIBRE

Exposición fotográfica:
"Presencias inadvertidas/Ausencias evidentes
Salas de cine limeñas, 50 años después"
Organiza ICPNA Región Centro
Galería de arte del ICPNA Región Centro Jr Ayacucho 169 Hancayo
Abierta hasta el 14 de octubre.
INGRESO LIBRE

Cine foro
Ciclo: Los Beatles
“Let it be”
Forista: Roberto Loayza
Y un acústico en vivo
Lunes 27, 7pm.
Centro Cultural Continental, Sede Central, calle Real 125, Huancayo.
INGRESO LIBRE


Noches de Arte
"Hernán Chilo y Adolfo Ramos, amor por el arte"
Organiza ICPNA Región Centro
Miércoles 29 y jueves 30
7:00 pm
Auditorio del ICPNA Región Centro Jr Ayacucho 169, Huancayo
INGRESO LIBRE

Cátedra libre
Problemática del patrimonio arquitectónico - Región Junín
Por: Arquitecto Armando Chipana
Jueves 30, 7pm.
Centro Cultural Continental, Sede Central, Real 125, Huancayo.
INGRESO LIBRE