sábado, 25 de septiembre de 2010

Entrevista a Hildebrando Pérez Grande

“Tanto Arguedas como Alarco reafirmaron mi vocación”

Pat Salazar-Caso

Hildebrando Pérez, además de autor del poemario Aguardiente, Forever, es un gran especialista en literatura oral y prehispánica, y docente de literatura en las universidades San Marcos y Antonio Ruiz de Montoya. Desde Lima, concedió una entrevista a “Solo 4”.

Usted vivió parte de su infancia en Orcotuna.
Casi hasta los ocho o nueve años. Todo mi imaginario inicial es andino. Yo descubrí el mundo, los paisajes andinos, los ritos andinos, la sociedad, los mitos, las leyendas en la casa de mi abuela materna. Podría decir, como García Márquez, que “soy hechura de mi abuela”. Todo eso se acabó el día en que mi padre decidió traerme a Lima para ser estudiante, a fines del 48 o 49.

¿Cómo era su relación con José María Arguedas?
En el segundo año de San Marcos, llevé un curso de introducción a la Antropología que dictaba José María. Fui durante dos años alumno suyo. Entonces a Arguedas lo teníamos a nuestro costado, todos los días, conversando, discutiendo, escuchándolo. Y se formó una especie de tribu en Letras. Los más cercanos a él eran los de Puquio, los de Lucanas. Todos ellos hijos de los ayacuchanos de ese entonces, que vivían en pensiones. Y ahí caía Arguedas con su Volkswagen verde, a cantar, a llorar, a contar, a conversar. Hablaba en quechua con ellos, porque todos eran quechuahablantes. Fue una cosa muy linda.

Pero también en San Marcos usted fue muy cercano a la musicóloga Rosa Alarco.
Mira, la verdad que hablar de Rosita Alarco me conmueve, me llena de emoción. Con ella pude entablar una relación, digamos, compleja. Fue como una madre espiritual, como una guía, como una profesora. Fue una amiga, una cómplice, una compañera de sueños. Tantas cosas fue Rosa Alarco. Mucha de mi formación académica, de mi aproximación al universo andino, y a lo que denominamos “cultura popular”, se la debo a las inquietudes que supieron sembrar en mí, tanto José María Arguedas como Rosa Alarco Larrabure.

Entonces a Arguedas lo teníamos a nuestro costado, todos los días, conversando, discutiendo, escuchándolo.

Todas esas vivencias desde su niñez hasta su contacto con Arguedas y Alarco, ¿influyeron en Aguardiente, forever?
Podría decir que tanto Arguedas como Alarco reafirmaron mi vocación que ya se había iniciado años antes. Ese universo, esa concepción del mundo que uno adquiere en sus primeros años, se fortalecieron luego en las cátedras que recibí, en las lecciones de Emilio Choy, en las conversaciones con Lucho Lumbreras, y con mis amigos músicos, cantantes. Creo que Aguardiente, forever no es el producto de una adhesión a una cultura, o a unos valores y principios. Lo que he escrito quiere ser la evidencia de vivencias, de emociones, sensaciones, experiencias que viví y compartí hasta un tiempo determinado. Después vinieron visitas cada vez más esporádicas, más distantes, al área andina y a las comunidades campesinas para participar en sus ritos religiosos, en sus fiestas patronales.

¿Y cómo fue la fundación de la Cátedra de Literatura Oral en San Marcos?
No fue fácil. Porque estaba contra el canon, pues. Ahora es fácil hablar, después de 25 años. Tú sabes que hace 50 años, en todas las universidades del país se enseñaba literatura peruana, y dentro de ella, un capítulo, pequeñito, mezquino, de literatura quechua. Ahora en San Marcos hay dos cursos de literatura quechua, hay seminario de literatura quechua. Pero te hablo del 81, del 82. Yo pedí y recibí el apoyo, es verdad, de algunos profesores, para crear el curso de literaturas orales. Porque esa oralidad desbordaba temáticamente a la propuesta de un curso de literatura quechua. Apenas vi que había éxito, creamos literatura oral I y II, dedicados a la cultura andina específicamente. Creo que mi pequeña contribución a la vida académica en San Marcos ha sido fomentar, auspiciar e impulsar la creación tanto del estudio, de la recopilación y de la difusión de las literaturas oral y prehispánica en el Perú.

Una de las obras, inicialmente recopilada para extirpar las idolatrías, fue Dioses y hombres de Huarochirí. ¿Cuál sería la importancia de ese texto?
Creo que la importancia social de este viejo informe recogido por Francisco de Ávila, y traducido libremente por José María Arguedas, en una edición que felizmente, con el auspicio de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, pude hacer en versión bilingüe, es porque cubre una necesidad: conocer las raíces culturales de nuestros pueblos, para ver con exactitud de dónde venimos; así también los procesos de transculturación, de hibridación, de sincretismos culturales, el peso del aporte de las culturas nativas y de las culturas primigenias de nuestro país. Leer esa literatura creo que nos da luces para poder descubrirnos a nosotros mismos.

¿A qué se refiere con el aguardiente del título de su poemario?
La palabra aguardiente es muy rica. En diversos contextos adquiere resonancias singulares. Pensar en saborear el aguardiente, de lleno te lleva hacia Baco, al mundo de la ilusiones con las bebidas alcohólicas. El aguardiente hasta hace algunos años era la bebida más popular en el mundo andino. El del valle del Mantaro venía desde la ceja de selva, de La Merced, de Satipo. Con esa bebida se abrigaban los campesinos. Soñaban que el mundo podía ser mejor, por decirlo de alguna manera. Era también el acompañante de los ritos sociales, de los ritos religiosos. Una botella de aguardiente la tiene el chamán, el curador o el brujo de la comunidad, con sus cigarrillos nacionales Inca. El aguardiente lo he visto desde muy niño en mi casa. Lo recuerdo ahorita, vívidamente. Yo entiendo que la poesía es como el aguardiente desde esa perspectiva. Calma la sed del sediento, porque es un líquido. Pero es un líquido ardiente: que te entropa, te ilusiona como una utopía, que te anima, que te da fuerzas. Y la poesía cumple esa función social: alentar la vida, alentar la esperanza en un mundo mejor. Por eso escribo poesía.


MÁS DATOS:
Hildebrando Pérez Grande es poeta, editor, periodista y profesor universitario. Ha editado las obras de Javier Heraud, Edgardo Tello y Juan Ojeda, y dirigió algunas revistas literarias. Obtuvo en 1978 el Premio de Poesía “Casa de las Américas”, y es autor de Epístola a Marcos Ana (1963), El sueño inevitable (1963), Aguardiente, Forever (1978) y Sol de Cuba (1979).

Contacte a Pat Salazar Caso en Facebook: http://www.facebook.com/pat.salazarcaso

3 comentarios:

  1. Muy buena entrevista y, exquisita lucidez del poeta Hildebrando.

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  2. Gracias por el comentario !! Bueno sí, HP, lúcido como siempre :D

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  3. En el libro "OKINAWA un siglo en el Perú" publica el articulo "TAMITA". En él se muestra como militante del E.L.N. Elogiando a los hermanos Tamashiro. DIce Hildebrando Pérez Grande que el llamado TAMITA es "una de las personalidades más importantes de la política y la cultura peruana" ¿Sólo él lo conoce como tal? Luego dice que fue militante del ELN. Que peleó en las guerrillas y otras sandeces más. Luego que el hermano era responsable del grupo de apoyo logistico de los guerrilleros... Y yo sólo le pregunto, por ahora, después que los del E.L.N. abandonaron las guerrillas ¿A QUE GRUPO DE TRAFICANTES DE DROGAS LES VENDIERON LOS ARMAMENTOS Y MUNICIONES QUE LES QUEDARON...?

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